martes, 24 de mayo de 2011

- EL DEPORTIVO CIERRA UN CICLO -



El presidente del Deportivo de la Coruña, Augusto César Lendoiro, logró un sueño. A través de buenas inversiones económicas, hizo de un equipo menor una gran ilusión y realidad. Y, poco a poco, comenzó a nacer el casi ya mítico "Superdepor".
En el terreno de juego, había en el campo de Riazor un joven director , gallego y magistral. Un organizador de los que ya no quedan. Nada más y nada menos que Fran. ¡Fantástico, Fran! A partir de Fran, se fue emsamblando un equipo de fútbol que jugaba    con     una  facilidad  insultante. Y, que logró una Liga que pudieron ser dos, varias Copas del Rey, y todo tipo  de éxitos. Solo la Champions se le resistió al equipo gallego. Casi increíble.
Pero para que toda esa marea de fútbol blanquiazul pudiera consolidarse y tener una cierta década de continuidad, se necesitaban lógicamente, más cosas. Muchas más. Y, las tuvo.
Por ejemplo, Lendoiro fichó a un jugador brasileño, delgado y rapidísimo, zurdo y letal, que se llamaba Rivaldo, y que más tarde triunfó plenamente en el F.C. Barcelona.
La magia del maestro Valerón, quedaba libre para ser mostrada, a través de dos tremendos portentos físicos también de Brasil, y con una enorme calidad. Uno de ellos, fue el gran Mauro Silva. Fuerza, intensidad, colocación, recuperación de balones, talento, calma y categoría. Mauro Silva fue un motor y una máquina vital para el gran "Superdepor".
Y, acompándole, Donato. Otro brasileiro potente y de clase, que llegó a ser internacional con nuestra selección. Y con una gran longevidad en su carrera profesional.
En la defensa, mandaba el poderoso y elegante serbio Djukic, "el mariscal", que siempre se cruzaba en el momento oportuno. Un libre, excepcional. Serio, e inteligente.
Y, arriba, el gran Bebeto. Un goleador maravilloso y genial, de un estilo parecido a Romario, con el que hizo dupla en la selección "canarinha". Y, la conexión letal entre el mago Valerón y el holandés Ruud Makaay, hizo que el Deportivo fuera peligroso y mortal. Sencillamente, una máquina.
Un pequeño apartado para otro genial jugador, al cual su fiero carácter le jugó muy malas pasadas, pero que nos enamoró a todos con su calidad, ingenio y creatividad con el balón en los pies. Naturalmente, Djalminha.
Jugadores de perfil menor, como Víctor, Sergio, Manjarín,      Nando    o  Manuel   Pablo,  completaron junto a los metas Liaño y Molina, un equipo de ensueño con Fran de abanderado. Un conjunto, de campanillas.
Tras muchos años de éxitos, el ciclo del tiempo llevó al Depor a poner los pies en el suelo, y el Superdepor, falleció. Ya no enamoraba, y solo quedaba la senectud especial de Valerón. Atrás habían quedado y envejecido todos los sensacionales jugadores antes apuntados.   Y    el  Deportivo, volvió a ser un equipo más. Y el sueño de Lendoiro dejó paso a la clara realidad. Hace años que ya eran un equipo del montón. Ya no brillaban. Y este año,      acaban   de  descender a Segunda División. Ésto, solo es deporte. Ya sabéis.
-Y SU AFICIÓN, PRORRUMPIÓ EN APLAUSOS-

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