jueves, 11 de diciembre de 2014

- TANA -



Menudita y morena, vital y atractiva, arrolladora, un torbellino incansable y una gran fragilidad actual. Se llama Tana, y su marido hace tres años que se le fue por un infarto.
Tana nunca podía esperarlo. La vida no podía ser tal hostia ni revés. La vida no podía ser tan traidora y canalla. Pero durante la ceremonia del entierro se dio cuenta de que esta vez había perdido buena parte de su entereza.
Nadie podía consolar a Tana. Todo era irrisorio, menor, extraño, incomprensible, adverso, imposible, triste, anulador, desgarrador, frío, de desamparo, irreconocible y hasta repugnante.
Ahora Tana tiene a sus hijas que adora, y a sus nietas que idolatra. Y piensa que durante su larguísimo matrimonio con su finado Andrés, tampoco fue lo feliz que debía haber sido.
Por eso Tana desconcierta y epata. Porque el volcán de su impulso vital la lanza al marathón cotidiano y persistente de su aventura. No para. No se le puede seguir el ritmo. Se va al cine, al teatro, a caminar, se apunta a un bombardeo, cuida su cuerpo, y se pone un tatoo casi visible. Coqueta o nada.
Huye. Tana tiene tanto miedo que está necesitando huír ahora de sí misma. Se nota en sus ojos vivarachos que necesita silencio e impulso. Contagiarse de la gran fantasía del placer.
Tana no es ahora Tana. No quiere hablar en serio, ni escuchar en serio, ni sentirse en serio. Y si se te ocurre tocarle las narices y ponerte solemne y hasta real con ella, es que te la juegas. Porque entonces Tana te sacará las uñas y te borrará de su lista de cercanos.
Tana es un tsunami de vitalidad y de huída hacia adelante. Es su vida de hoy. Quiere ser la superwoman que todo lo puede y acabar sus canciones moviendo a ritmo sus caderas. No puede serenarse. Necesita tener el culo inquieto y no poder sentarse cómodamente en una silla, para así tener la perfecta excusa para no aburrirse y marchar a donde sea. ¡Salir! ...
Tana, se dice no. Que nada de hombres traicioneros o fugaces. Que aquí te pillo y aquí te mato si eso, pero nada más. El recuerdo vivo del atrás le sabe a bofetada y a misterio. A desamparo y a traición.
A Tana hay que aceptarla tal y como es, que tampoco pide tanto. Solo quiere que no la preguntes demasiado y que la llenes de chistes y chanzas. Quiere que la protejas con su aceptación y con tu dejarla hacer. No la muevas. Deja que el aire acaricie su blanca piel o que sus senos todavía turgentes logren captar el entusiasmo masculino de muchas edades. Déjala que sea pizpireta, y caprichosa, y que elija sus caminos, y que haga bastante lo que le dé la gana.
No le tomes la mano ni la beses en la mejilla así como así. Es niña herida y susceptible. Juega con ella sin pasarte, y respeta ese todo dolor que nunca admitirá porque le da vergüenza social ser vulnerable y hasta como los demás.
Tana es un coche sin freno, un vendaval de libertinaje atractivo, un tren que lleva a miles de kilómetros de distancia en busca de algo inconcreto y de rojo color, una mujer de hoy y laboriosa, y bonita, y sencillamente ella misma.
-LA ACEPTO-

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