viernes, 5 de diciembre de 2014

- LA LLAMADA DEL CRECER -



Todo diferente y bien. Muy distinto. Una nueva necesidad que se me abre. Ahora, afortunadamente, va siendo otra cosa. Con muchas dificultades, pero otra cosa.
Lo digo porque ha llegado el fin de semana y ya me voy habituando a lo que durante demasiado tiempo nunca sucedió. Fueron años anodinos y de tiempo detenido, de fantasear defensivamente en busca de planes nunca abordables por imposibles.
Nunca me dio igual no tener planes para fines de semana y nunca socializadores. Simplemente, transitaba esta etapa con la sensación de que no podía suceder nada más que lo menor. Todo era otro horizonte y otro panorama, el pajarillo se negaba por terror a dar un salto desde su nido hacia la aventura de la vida, y me sumergía en otros asuntos en los que llenar aparentemente mi tremenda ausencia personal. Yo, no estaba.
Por eso doy gracias a la vida y a mi tesón. Luché por mí, y lo sigo haciendo, y nunca he bajado los brazos desde que tengo uso de razón. Fui y soy soldado de una inercia paulatina, y soñador eterno de un tiempo venidero y más acorde. Preciso sueño.
Ese tesón me llevó a los terrenos siempre vertiginosos de las  vacilaciones y de los cambios en mí. Terrible palabra esa la de, cambio. Romper. Romper a vivir y a dejar mi tiempo errado aparcado en el atrás. Era necesario rehacerse y oler de nuevo el campo, y el amor, y el viento, y tocarme, y palparme, y auscultarme, y revalorizarme delante del espejo, y de concretar muchas cosas. Era mucho más que básico. Como el crecer imparable que te lleva al río vivo de la convicción. Hacia adelante.
Sigo porfiando por conseguirlo, y voy logrando resultados evidentes. Cansa mucho este sobreesfuerzo inicial y esta nueva reconfiguración y construcción de mi vida. Te hace mareas y zozobra, y dudas, y hasta piensas que todo será pasajero e inconstante. Inconcluso y parcial.
Pero mi realidad se acerca a la acertada disposición. Hace tiempo que me entraron ganas de volverme a ver. De volver la mirada hacia mis capacidades que siempre han estado aunque varadas, ahí.
Me picó la socialidad. Necesité tener a mis amigos y a mis amigas. A gente nueva, diferente, distinta, de mirar a ver, de seguirles, de no perderme en dudas ni en vacilaciones, de cuidarme más y de ponerme unas lentes de veros y verme mejor.
Hoy tengo mi cena de amig@s. Hoy soy más amigo de mí mismo. Me quiero mucho más. Quiero dar el afecto y la aceptación que esta nueva gente que está ahí y he conocido, me procuran en correspondencia. Quiero construír unas raíces amicales de futuro, dejar la casa en paz, y largarme  a la cita. Tengo alegría de volver a verles, y a que yo sea en realidad esa leve y potente sorpresa que anhelo y ahora puedo ir recogiendo.
He aprendido demasiado de la escuela de mi estatismo y de mis fantasías. Tengo ilusión por el viernes de mi ocio, y de las risas que tendrán lugar durante la cena compartida, y me gusta que me atraiga lo que antes me pasó bastante desapercibido.
Voy al grupo. A por el grupo. Porque yo voy siendo también parte del grupo. Siento una sonrisa interior que no tiene que ver con el dinero sino con el beso. Es una oportunidad imparable que me hace sentirme vivo y con deseos.
He de estar esperanzado. La apuesta, sale. El soldado sigue luchando por la concreción de su yo. Sigo ampliándome, creciendo con placer, valorando mucho las aparentes cosas las cuales son en realidad magnas como un océano o un gran corazón que se abre al mundo.
-Y VOY SIENDO FELIZ-

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