Ahí está esta nadadora inigualable. Se terminan y empiezan a la vez todos los adjetivos. La élite de la natación. El oro en su enorme calidad como atleta, española e internacional, mujer triunfadora y arrolladoramente imparable. Sorprendentemente mágica, y trabajadora con convicción en sus duros entrenos. Veterana para lo suyo y realista. Con una clave especial. Como todo genio, Mireia es diferente.
Tímida, suya, clara, cotidiana, explosiva, guapa, y con los pies en el suelo incluso dentro de su magisterio en las piscinas. Lo ha conseguido todo y no nos lo esperábamos. Mireia Belmonte. La mejor deportista española y sin duda de todos los tiempos. A sus veinticuatro años busca una medalla de oro para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Seguro que llegará.
Sí. Especial. Los genios, lo son. No son campechanos ni excesivamente abordables. Mireia ya conoce lo que es el periodismo oportunista y hasta interesado. Sabe que interesa más por ser guapa y recordwoman mujer que por ser una deportista de tronío. Se valora el exotismo intrusista en el reino masculino de los deportes, y se respeta que de sus brazos salga una colección de récords y de oros. Vende y es precisa.
Mireia puede vender. Gusta la chica casi de fantasía y mosquita muerta que destroza a todas sus rivales. Gusta su lozanía y su poder. Gusta su naturalidad y su poco ruído para triunfar una y otra vez en sus piscinas de natación.
Gana casi siempre. En el mundo del show deportivo solo pueden contar quienes ganan y nunca quienes solo porfían. Es lo que hay. El sexy del oro y de su bañador especial se impone a todas las barreras críticas. Pero es mejor y hay gente preparada para hacer leña cuando le llegue la decadencia. Somos así en este negocio.
Tiene la cabeza fría la Belmonte. Se parece en eso a Rafa Nadal, otro crack inolvidable. Saben protegerse a través de toda la relativización. Hacen su trabajo y sienten realmente su íntima satisfacción. Lo demás siempre importará menos.
Admiro la intocabilidad de Mireia. No sonríe o ríe a carcajadas exageradas, elude el show y el prestarse a la gran concesión, y sabe que si se deja perderá velocidad y resistencia. Si se esconde y pavonea por las teles y los saraos, su rendimiento para Río podría peligrar.
La Belmonte es una profesional. Independientemente de su valía genética, poco se sabe de sus entrenos extenuantes y de su capacidad de soportarlos con consistencia. Y ahí está la mitad de su grandeza. Se pone el mono de faena y empieza de nuevo cada prueba. Su genialidad es la versatilidad. Nada en muchas distancias y en la velocidad del tiburón. Resiste como Induráin, y a ataca como Phelps. Es completa, y siempre puedes esperar de ella lo mejor y más imposible.
Es segura. La conseguidora de éxitos. La gran vitrina insaciable de medallas. Y Belmonte sabe que una plata nada tiene que ver mediáticamente con un oro. El oro es top y la plata mera anécdota que se llevará el recuerdo.
Mireia es una triunfadora siempre inesperada. Una deportista genial y racial. Ese personaje que nunca te puedes esperar porque te hechiza y te maravilla. Y luego le preguntas cosas en la radio y la piropeas, y solo se ríe con cuentagotas. Y esa aparente frialdad la hace todavía más diosa y más descomunal. Inolvidable e imprescindible para caminar por el Everest de la historia del deporte femenino español.
¡OLÉ MIREIA!
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