miércoles, 17 de diciembre de 2014

- CIENTO TREINTA NIÑOS MATADOS, ¡CANALLAS TALIBANES! -



Un niño. La cosa pura. La cosa vulnerable. Intocables e indefensos, frágiles y fáciles. Ciento treinta niños matados por unos simios sin evolucionar y fanáticos beatorros. Los han asesinado. ¡Canallas!
Debe ser uno de los crímenes más viles en la historia de la humanidad. Mejor decir, en la historia inhumana de la barbarie y de la desfachatez más intolerable.
Los talibanes, malditos hijos de puta, son capaces de perder el horizonte y la referencia al considerar que todo fin justificaba los medios y que todo vale para conseguir sus objetivos. ¡Miserables!
Cuesta, me cuesta, contener las emociones. El cuerpo me pide venganza y hasta colgaros del palo mayor, insensatos asesinos. Mi rabia me lleva al insulto y hasta a la falta de concentración. Cuesta escribir con la ira disparada. Es mi escrito triste e impotente, casi un sarcasmo en el deseo, y me ha de salir el guerrillero primario que bajó del árbol. Soy mierda en el odio y en la desazón que me produce que en el mundo y contexto en el que me ha tocado vivir pasen estas cosas descerebradas y bárbaras.
Todos somos culpables de que mueran estos niños. Es un fracaso internacional y diplomático. La paz no va a lograrse con un tipo con una metralleta delante de un salvaje, y armado hasta los dientes.
Pero los niños precisan justicia y protección. Son mis niños, tus niños, todos los niños del mundo los que están tristes y amenazados a través de la vileza y de la crueldad de los mayores. No me da la gana que unos cafres les metan el odio y la muerte descarnada. Esos talibanes han de ser llevados ante un Tribunal justo o internacional. No creo en las venganzas. Un niño sabe perdonar. Yo sé perdonar y quiero ser el papá de todos esos niños. Mis niños, pobres niños que ya no podrán jugar, o darle a un balón, o hacer de mamacitas de una muñeca, o sencillamente darnos un beso de ternura.
¡Niños, mis niños! Esos niños de la tierra son intocables. Exactamente como las mujeres asesinadas y violadas. Malala, la joven heroína mágica, es su tía y su referente. Ella es una niña grande que se libró del fanatismo cabrón. Malditas sean las sectas y las religiones que adoptan métodos crueles y del todo vale. Sus dioses son inventos suyos con cara de monstruos. Un dios nunca hace daño, sino amor. Los endiosados son esos talibanes mal nacidos que han terminado con más de un centenar de sueños vírgenes e inocentes. ¡Malditos seáis!
Arrepentíos. Pedid perdón. Yo pido perdón por esto. Tengo sentimientos, soy humano, y ahora me da vergüenza serlo. Ser mayor. Siento hoy rechazo a ser mayor, y quiero ser un niño para consolar a los otros niños que lloran con desgarro. Y para velar los cadáveres. Solo de pensar en esas criaturitas muertas me da parálisis y se tensa mi estar. ¡No! ¡Now! ¡Stop!
Sí, asesinos. ¡Pedid perdón! ¡Nunca máis esas barbaries! Sed personas, reflexionad. Nunca habéis podido hacerlo. Pero me resisto a pensar en que vuestra cabeza esté hueca del todo. Algo debe suceder y moverse en vuestro espíritu irresponsable. Sóis unos herodes de nuestro tiempo que merecéis un castigo ejemplar y duro. No creo en la pena de muerte. Nunca creeré en esa venganza.
Dejadme, amigos, que hoy sea un niño en homenaje a ellos, y que llore, y que cuando se me pase todo vuelva a jugar, y al plumier, y al lápiz y a la escuela. Hoy soy niño de silencio.
-SOLO SOY LUTO-

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