Creo que ya era hora de que yo aprendiera lo que es presentar una actitud más práctica en el hospital en donde mi madre se halla ingresada, recuperándose de su neumonía.
Reconozco que los primeros días yo estaba molesto y hasta que muy enfadado, mas lo que sucedía es que no terminaba de entender lo que estaba sucediendo. El porqué.
Mientras esta mañana me dirigía a dicho centro de salud, reflexionaba en torno a mis romanticismos y errores de concepción. Y cuando al llegar al gran mastodonte sanitario he visto al bueno de Alberto,-que es un hombre entrañable de la barriada que nos releva en los cuidados de mi anciano tesoro y que estaba alterado-, me he reafirmado en la nueva idea de la estrategia oportuna y más práctica.
He hablado con Alberto, y me he dado cuenta de que le estaba pasando lo mismo que a mí. Estaba entrando en un juego peligroso. Sufría y se indignaba, al considerar que la enfermera de turno le ponía trabas a su generosidad y no le escuchaba, y que mi madre sentía inquietud e incomodidad, y el bueno de Alberto se reconcomía por adentro. Afortunadamente, he logrado calmarla. Y también me he calmado a mí mismo ...
Sí. Veréis. El hospital marca unas reglas de juego. Te gustarán o te dejarán de gustar, pero son las que hay. A las enfermeras es mejor dejarlas en paz y no atosigarlas. Están cansadas, saturadas, y hasta casi superadas por tantos pacientes, tantos turnos y tan pocos descansos.
No es que vayan a la suya, sino que lo que hacen es currar intentando hacer exactamente lo que se les dice que hagan. Prefieren la no sonrisa y el silencio, y huyen de la cercanía y de la geografía tuya.
Si vas al mostrador, casi nunca hay nadie. Están trabajando en mil sitios más. Y si tu familiar está sufriendo mucho, es más que posible que ellas ya lo sepan. No son sordas, y deciden y marcan las urgencias y las prioridades. Nunca el paciente o el acompañante.
Hoy he visto a mi madre en mala posición en la cama, y entre Alberto y yo la hemos colocado mejor. Si llamamos a los pocos sanitarios que colocan bien a los pacientes que no se valen por sí mismos, puedes enfadarte de tanto esperar. Es mejor actuar. Ser prácticos.
Hay que dejar trabajar a las enfermeras y parar las emociones. Y si te supera lo que ves y escuchas, entonces es mejor que abandones la habitación y des unos cuantos paseos para relajarte. No seas combativo con ellas, que éso está comprobado que es una mala estrategia. Las doctoras y enfermeras no aceptan tal combate dialéctico o ideológico. Lo que hacen es trabajar y trabajar como laboriosas hormigas.
Si te dicen que salgas de la habitación, a obedecer tocan. Limítate a contestar exactamente lo que te pregunten y no hagas literatura. No pienses mal o acabarás quemado. No permitas que te venza el desánimo ante la frialdad o la distancia, o estás perdido. Contente, aguanta, hazte el despistado, y juega hábilmente con las frases. Puedes herirlas sin pretenderlo si decides decirles todo lo que piensas de las situaciones.
Siempre van a haber distancias. Permite que hablen y que tomen las iniciativas, y déjalas que manden allí. Es su lugar de trabajo y de acción. Y donde manda patrón, no manda marinero. Todo es inevitable ...
Entran, salen, sacan sangre, miden la orina,. comprueban las constantes vitales, y se fijan todo en los resultados de las máquinas. Con ésto, debe bastar y sobrar. Porque el acompañante no es médico y no debe arriesgarse a lanzar opiniones, aunque puedan parecer asertos obvios. Es lo de menos.
La verdadera estrategia es que se sientan libres haciendo su labor, que veas cómo paulatinamente tu familiar va mejorando, y trata de ternerles la mayor confianza posible en su labor. Y si no te sonríen, te aguantas. Ellas no tienen por qué ser tu familia, o cómplices confidentes de tus sueños. Hay mucha gente en el hospital, y ser enfermera o doctor en sitios así es realmente duro.
-LO SÉ-
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