Acaba de dejarnos el gran actor y cómico de la legua, el gran e irrepetible Alfredo Landa.
A pocos deja indiferente el fallecimiento de este actor. Por muchas razones. Porque tenía carisma y agudeza para poner el dedo en el ojo a una realidad ansiosa y de babas como fue el franquismo y el post franquismo.
Dicen con gracejo que se creyó una especie de corriente ideológico-popular llamada el "landismo". Sí. A Alfredo Landa le conocíamos todos. Era, el del cine y de la risa. El cómico que hacía película tras película, dando vida a personajes imposibles que se caracterizaban por su disparate y por su tremenda insatisfacción y represión sexual.
Fue nuestro gran y ligón "Pepito Piscinas", como también José Sacristán. Los españoles, éramos así. Mientras hoy hemos crecido y somos capaces de medir 2´15, jugar en los Lakers y tener las novias y mujeres más bellas e increíbles del planeta mundo, los españolitos de mi generación y la de mis padres, nada teníamos que ver con los gladiadores modernos.
No. Éramos feos y bajitos, muy bajitos, nada sabíamos del sexo ni se nos ocurría preguntar, todo era de la Iglesia y para toda la vida, y los desnudos eran de guarras y libertinas. Censura y censura.
Alfredo Landa hizo la creación perfecta de ese personaje de poca sesera y de cachondeo de lascivia y aventura. La aventura imposible. La soñada libertad. Años cincuenta, y sesenta, y setenta. Y pongamos que muchos más. Todo era un sueño inconsciente e inmaduro. Éramos paletos con boina y muy pobres. Nacía la idea franquista del tópico del macho ibérico y de echados para adelante. Pequeños, pero matones. Sí. Soñar. Imaginar. Ver la llegada de las esculturales bellezas rubias y de bikini a las playas españolas desde el turismo que lideraba Fraga. España, sus tabúes y las osadas turistas maravillosas.
¿Quién no se sintió por un día ese personaje de Alfredo Landa, metido en el agua con rubias bellezas de cine? Desde los tediosos matrimonios que solo Dios separaría, cuando se descuidaba ella, entonces el varón ibérico se ponía aquellos ridículos calzoncillitos y va y podía hacer gracia a las hercúleas y sirenas oníricas y valkirias.
La cuestión era salir de ahí y buscar la líbido del horizonte de libertad. Ser torero y macho, sacar la pequeñez y la casta, y hacer el salto del tigre y hasta el de la rana con la gachí que fuese. El machismo permitía un erotismo hilarante, pero deseable y daba agujeros en las paredes para ver tetas ajenas y culos perfectos. Y en las playas, como en los campos de fútbol, había que ser jóvenes y libres, y ligar mucho y triunfar. Hasta que te llegaba el verdadero amor, que podía ser hasta la cartera que venía todos los días a la barriada o vaya a saberse qué chica menos aparentemente sexy y más que recatada. Pero esa realidad, no solía convencer. Lo oficial del Poder, se comía al caramelo de la alegría. Había que dar la nota e intentar algo. El no, siempre estaba ahí.
Eso fue el "landismo". Y con esa idea de construcción magistral de Alfredo Landa, se quedará el público pegadizo y de poca memoria de cultura y afán. Lo popular y llano. Lo fácil e inmediato.
Lo que pasa es que Landa supo escapar del personaje,-que sería el equivalente del "Torrente" de hoy-, y siempre tuvo talento para estar en mil registros más. Porque aparte de popular y carismático, fue un cómico extraodinario capaz de hacer personajes de gran fuste y potencia. Si había que ponerse serio, Landa no desmerecería de nadie. Por eso fue realmente grande.
Alfredo Landa fue simpático y apacible, y muy querido. No se metió en líos raros, y siempre fue capaz de agradar. Nunca perdió el norte de su enorme éxito, y supo seguir y relativizar. Tuvo genio, personalidad, y todo lo que se requiere para ser grande.
-ESA ES LA VERDADERA ESTATURA-
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