Llevado por mi afición innata por la música, allá que me he ido al ensayo del Grupo Coral del que formo parte. Y estaba cansado, extenuado casi de la tensión que me genera mi labor cotidiana de cuidador de mi madre tesoro, y parecía como si un pelín de desazón y de desánimo me empezaran.
Hasta que, de pronto, la música ... Como una magia interior, toda mi pose inicial de corrección e impostura conveniente y social, todo mi miedo, se hacía a un lado de modo evidente.
Sí. Se me caía una extraña coraza personal, y mis ojos captaban un sendero natural y necesario. Me he empezado a dar cuenta cuando me notaba nervioso por hacer eso que tanto me gusta que es cantar. ¿Estaba nervioso por hacer algo que en el fondo lo estaba precisando? ...
Canté fuerte y con estridencia, pero no era éso. La directora me lo hacía ver y a mí me costaba corregir. Había que romper a cantar. Pero romper a cantar no iba a ser un alarde de fuerza y de competitividad. En absoluto.
La voz tenía que salir de mí sin impostura y limpia. De acuerdo naturalmente con el pentagrama, pero a través de mi voz de tenor. No podía ser estrella de La Scala de Milán, ni forzar una recurrente voz de bajo que no es la mía. Era y se trataba de otra cosa.
Mi respiración no era la mejor, no estaba disfrutando con el canto, y eso se me notaba mucho porque yo soy pura emoción. Necesitaba que pasara algo, y que la magia de la música lograra finalmente conectar con mi interior. Con el interior de mí mismo.
Dado que mi fuerte no es el golpe plano sino el sutil, cuando más hacía por cantar bien para agradar, y para l@s otr@s, menos lo conseguía. Incluso parecía haber un afecto paradójico y en absoluto deseado.
Más, de repente ... Sí. De repente he decidido pensar en mí. Olvidarme suavemente de todo aquello que había a mi alrededor. Me he centrado en el tono musical y en la melodía, he podido ajustarme a la duración de las notas y a la conveniencia de los silencios.
Hermosos silencios interiores. Algo se ha parado de nerviosidad en mí, y entonces es como si mi visión se hubiese ampliado y una real y auténtica alegría procedente de mí mismo atravesase mi garganta para llamarse canto.
Los ojos y mi expresión. Había superado las barreras de mi incomodidad y de mi cansancio. Estaba pasando algo nuevo, mientras cantaba, lo cual sorprendía entre otros a la directora. Era como un manantial o un capazo contagioso de verdad y de corrección. ahora sí que estaba cantando bien y feliz, y entonces todo se me hacía muy fácil y grato. Nuevo y bello.
Podía cantar y entrar y salir de mí mismo con mi voz tranquila y adecuada. Ahora ya cantaba bien. Y mi cara se abría en una sonrisa de verdad, y ya no miraba el reloj para ver cuánto tiempo quedaba para que concluyera el ensayo.
Por todo lo contrario, deseaba que aquello no terminase nunca y que siguiese eternamente. Estaba disfrutando como un niño chico, y quienes estaban cerca de mí quedaban presos de mi hechizo y de mi autenticidad. Sonreían con naturalidad conmigo. Los sentía y se sentían más cerca de mí. Más yo, y más éll@s. Todo más real y que valía mucho la pena.
Por eso volveré la próxima semana al próximo ensayo. Porque cantar me hace feliz y me permite ver las cosas de otro modo. Mis ojos se abren con la música, y yo me doy al relax y al goce. Sí. Necesito esa música que me llena, y por la que siento pasión al expresarla a través de mí. Sin euforias y con confianza. Con ganas de probarme ante los pentagramas y de aprender muchísimo más. De seguir aprendiendo entre mí y desde mí.
-DE SEGUIR CANTANDO MI CANCIÓN-
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