Llevaba mi madre unos días rarita. Es evidente que el temporal de lluvias y fríos que ha sacudido España y mi Valencia,-y que han hecho que se juntaran demasiados días sin tocar la calle-, han afectado a mi progenitora. La lluvia y el mal tiempo, le habían venido de perlas para no salir y para evitar a las gentes. No quiere saber nada de nadie, y parece celebrar sus ausencias aunque sean meramente visuales.
Esta inamovilidad de mi madre, le estaba afectando igualmente a la inmovilidad de sus pensares. Llovía, luego mejor y así evitaba salir ...
Tiene que salir. Ha de salir. Acusa los parones habituales. Se potencia su inquietud y su agresividad y su nerviosidad. Llevaba ya varios días muy pesadita. Quería que no me moviera en todo el día de la casa, refunfuñaba, y buscaba dejarme en evidencia ante los demás. Su pensamiento de dominio atávico se disponía a recobrar las posiciones.
Hoy ha vuelto a salir su agresividad en el Jardín Botánico. Se ha puesto muy impaciente y pesada. No quería que hablara ni que me relacionara yo con nadie. Quería irse de allí nada más llegar. Su huída de las y de los demás era un deseo acuciante. Ayer ya me dio la mañana. Y hoy, como veía que no podía por sí misma abandonar el Jardín Botánico majestuoso para abandonarse a sí misma, ha vuelto a la carga del insulto y de la desconsideración flagrante hacia mí. Y me ha dicho que ella no volvía más allí. Ni allí, ni a ninguna parte ...
Quería guerra, y no estaba respetando a su cuidador, que soy yo. Y entonces le he hablado bien claro, recordándole en voz clara y viva, que yo me estaba dando todo a ella en un claro acto de amor afectuoso y filial. Renunciando a gran parte de mi tiempo para dárselo por completo a mi traviesa viejita. Mas no me escuchaba. Iba a la suya, y todas esas cosas ...
He detenido la silla de ruedas en el medio de una de las bellas calles de dicho jardín, y la he mirado a los ojos. Y le he dicho que no. Que, hasta aquí habíamos llegado. Que, conmigo, élla no iba a jugar. Que si quería contienda y rivalidad, aquí estaba yo y que no me asustaba el reto.
Para cortarme el discurso y los argumentos, me ha dicho que se estaba orinando. Y yo, raudo y veloz, y sin bajar la guardia, la he llevado al servicio del bello jardín. Y con rigor y un gran enfado por mi parte, la he ayudado a hacer sus necesidades, y no me he dejado distraer por su truco mental. Ahora mandaba yo de nuevo, siguiendo las indicaciones del médico y las más acordes con su salud. Le he terminado diciendo, que yo soy un ser humano, y que hay disgustos evitables. Que, ¡ya estaba bien! ...
Ha balbuceado entonces que no recordaba haberme faltado, y se ha querido refugiar en el victimismo. Pero lo que verdaderamente ha hecho finalmente ha sido obedecer. Mejor casi que con uno de sus calmantes fármacos. Se ha dado cuenta de que se había pasado de la raya, y sobre todo, que yo la estaba tratando con rigor, y como si no estuviese boba. Como a una persona ...
La ha sabido mal. Sus ojos mostraban pelín de apuro cuando ha llegado a la casa, la he desvestido, y me he dispuesto a hacerle la comida.
- ¿Están buenos los fideos, mamá? ...
-Sí, hijo. ¡Están buenos!
Esta tarde mi madre estaba relajada. Su soledad se había distraído. Había sentido que había gente con ella que la había tenido en cuenta y en consideración. Y, éso, la ha serenado. Volvía a ser élla y a aparcar la agresividad absurda.
Me malicio que mañana me pondrá a prueba con nuevos trucos y recursos, pero no con los mismos. Porque los de ahora han encontrado una fuerte oposición. Y como ella me quiere, sabe que no ha de repetir demasiado los pulsos de mando y de poder. Nos queremos los dos.
-PERO YO MANTENDRÉ ALTA LA GUARDIA-
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