Por avatares de reformas de la casa en la que vivo, he debido estar cerca de un mes, bien alejado de mi sitio familiar y conocido. Y pasan los días, y me siento extraño y hasta molesto. Raro. A pesar de estar en un sitio tranquilo al lado de mi Mediterráneo y a escasos metros de mi playa de La Malvarrosa, a mí me falta algo. Lo necesito. Necesito volver a mi barriada, y asomarme al balcón, y subir la persiana, y notar cómo entra el sol de Septiembre en el interior de mi casa cuna, de mi raíz, y de toda mi vida. Ganas tengo de recuperar mi paisaje cotidiano. De ver de nuevo y con sosiego los árboles del Jardín Botánico, o tocar con mis propias manos las Torres de Serranos, o perderme por ese mi pueblecito que componen las calles de Borrull, Botánico, Turia, Lepanto, Doctor Montserrat , Quart, etc. Sí. Necesito respirar mis lugares de siempre. Tengo mono de raíz. Y volver a subir los tres pisos que llevan a mi casa niña, y andar por el pasillo, y darles un beso a mis plantas del balcón y de la galería. Necesito encontrarme con la gente de mi barriada. Con todos. Con mis amigos, con mis indiferentes, y hasta con mis enemigos. Y sentirme de nuevo en el sitio. Sí. Hasta que en unas horas no vuelva a mi lar, mi magia estará constreñida y censurada dentro de una caja de zapatos que no es de mí. Por eso es, que no cambio mi barriada por nada del mundo. Mi barriada, soy yo. No he conocido otra casa que la de mis padres, la de mis abuelos, y ahora la mía. La misma casa para tres generaciones. El espíritu de mi linaje me espera. Me mira, y no me ve. Pero todo es pasajero y coyuntural. Bien pronto estaré ahí, casa bonita. No puedo evitarlo. Te quiero. Tú me has dado calor, techo y cobijo desde que nací. Sería capaz de bajar las escaleras con los ojos cerrados. De niño jugaba a caerme por la escalera, porque me sabía todos los trucos para deslizarme por ella y no hacerme daño. Porque era feliz jugueteando travieso por los escalones, camino del rellano y del zaguán. Quiero lanzarte, casa de mi vida, una canción de amor y de afecto. Una canción de mí. Un abrazo de raíz sentido, solo para ti. Ahora te he reformado, casa mía. No te quejarás. Eres vieja y modesta, pero sigues fuerte. Siempre serás fuerte y bella. Como mi madre. Como esa niña de ochenta y cuatro años que se me despierta todas las mañanas buscando mi presencia y su sosiego. Porque ahora soy el padre de mi madre, y mi madre es una niña mía. Como pasa inevitable cuando la realidad de los años se impone. -MI RAÍZ NO ES DE OTRO SITIO-
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