viernes, 4 de marzo de 2022

- EL ÚLTIMO TREN. -



La estación está delirante, ansiosa de seres llorosos que escapan de la barbarie. Es un tren hermoso, moderno, bien construido con los mejores materiales actuales. Pero nadie puede fijarse naturalmente en la perfección de la industria. Todo es sensación de desastre y de supervivencia ...

Ulikán se ve mayor. Es mayor. Se nota mucho más mayor en estos días de tragedia. Mide exactamente dos metros de estatura, y es fuerte como un atleta superdotado. Sus ojos habitualmente vivarachos, están tristes de niebla y estupor. Su país es atacado, y debe partir camino de algún lugar seguro. Porque el gigante Ulikán aún no desea morir.

Pero lo que le distingue del resto de los centenares de viajeros que huyen, es que parece tranquilo y de movimientos suaves. Hace días que no habla. No tiene familia, y todo lo que le queda es el amor por su casa, por sus amigos, por sus calles convertidas en queso gruyère, con el pensamiento fijo y anclado en la interminable fila de tanques enemigos que no puede evitar que le desaparezcan de su cabeza, y que un manotazo suyo hizo caer a dos soldados. Algunos kaláshnikovs amigos dispararon contra dichos soldados y por eso sigue vivo. Pero Ulikán no digiere lo que sucede.

Echa de menos sus paseos tranquilos por la ciudad, los partidos de fútbol y de baloncesto, la relajación ante la pantalla de su televisión, y la raíz. Su casa cuna donde siempre ha vivido, la escuela en donde impartió clases de Física, sus partidas de ajedrez en el club recreativo a donde siempre acudía, los cines y sus películas, y todo lo que siempre ha constituido su vida cotidiana.

En las paredes de los vagones hay sangre y trozos de uñas rotas de mujer. Muescas de golpes, agresiones, alaridos, peleas, intentos de linchamiento, semblantes corroídos por el terror, acusaciones de traición, y gritos contra el chivo cabrón que decidió invadir su tierra.

Ulikán parece tomarse su tiempo antes de subir a uno de los vagones repletos del último tren, hacia un lugar ausente de la puta guerra que martiriza y que hace zozobrar a los pensamientos positivos.

La gente sigue gritando una y otra vez que desean que el tren arranque ya. Los encargados de dicho tren no dan abasto y no pueden con el desorden. A pesar de que el maquinista está protegido por varios agentes de seguridad, las patadas a la puerta de dicho maquinista y los golpes, se suceden continuamente. Lloran los niños, lloran las mujeres, lloran los hombres ...

La estación sigue siendo hermosa a pesar de todo. Porque representa la esperanza hacia un mundo mejor. O, esa sensación se tiene.

Ulikán no lo percibe así. Lo que siente es impotencia. Los sonidos del tren indican que pronto se dispone a arrancar. Ulikán sigue esperando para subir. Quiere ser el último en irse de su casa.

El tren empieza a moverse, y el gigantesco Ulikán sale de su estatismo y melancolía, y de un empellón lanza a todos los de la puerta hacia adentro y se introduce en el interior de uno de los vagones. ¡Maldita violencia! ...

Hace unos pocos días que Ulikán ha sacado un billete de ida y vuelta. Cuando todavía nadie sospechaba que habría que hacer un éxodo masivo para salvar el pellejo. Muy pocos de los centenares de personas llevan la vuelta en el billete. Algunos, ni siquiera llevan billete sino una mera acreditación personal.

Ulikán, ya dentro del convoy, sigue mirando hacia atrás. Se ven columnas de humo, se perciben ya los disparos en dos direcciones opuestas y la tensión bélica, pero también el verde de los campos.

Ulikán no para de mirar ese color natural que es el verde. Y que para él representa su tierra, su raíz y su última esperanza. Su tierra que va dejando atrás es su amiga, es él, así como los árboles cercanos, o las lágrimas que el hombre lleva por adentro y que nunca nadie podrá ver.

Ulikán sigue de espaldas a todo, y mira y mira hacia atrás. Cada kilómetro le duele; cada progresiva lejanía le arranca las entrañas. Pero su mueca mecánica ofrece fiereza serena. No mueve un músculo de su cara. Y va a defender su billete de los ladrones. Sobre todo, el de vuelta.

-PORQUE ULIKÁN QUIERE VOLVER-
 

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