martes, 12 de mayo de 2020

- MIS PLANTAS DE MÍ -




En mi balcón, mis plantas están solitarias. Se ve demasiado la tierra de las macetas, y poco el emboscado inevitable y consistente de sus tallos y hojas. La frondosidad del verde, escasea. Le he dado quizás demasiado a la tijera, y no he sido capaz de contener el deseo. El confinamiento es tentador. Te convierte es un excesivo de los cuidados y de las correcciones, y no reparas en las consecuencias sino en el azar de la inercia del aburrimiento.
Mis plantas, viven. Están ahí. Con sus bellas flores de Mayo por bandera vanidosa. Los geranios, las flores de un día, las begonias, las margaritas que semejan crisantemos y que nacieron de semilla, y hasta las flores que se aúpan desde los potentes tallos de lo que parece ser diente de león.
Pobre de foresta. De hoja verde. Y es que, seguramente, a esas plantas no es riego lo que le faltan sino mi contención. Aunque no obstante, yo las sigo observando y trato de asistir al parto de sus procesos. Las plantas de mi balcón siguen siendo sin duda para mí un laboratorio y un síntoma de vida.
Mi balcón se ha movido mucho. He rotado. He cambiado de posición las plantas una y otra vez, buscándolas ángulos nuevos estratégicos y favorables. He hecho una verdadera revolución dinámica, buscando también nuevos resultados estéticos y muchas aventuras. La primavera, me ha llevado a sacar mis rústicos instrumentos de jardinería, y a mostrarme continuista y exagerado como casi siempre. Quizás, pensando en el estatismo y en la monotonía del otoño aburrido y hasta extraño, y de menos horas de luz.
Mayo de pandemia y 2020. Percibo que a los esquejes de begonia que planté en dos nuevas macetas, les cuesta dios y la ayuda consagrarse y romper a crecer y a ensanchar. Insisto. Salvo una de mis plantas que mantiene buena copa y bosqueado, y un excelente por productivo y obediente arbusto citrícola, la mayoría relativa y hasta absoluta de las plantas de mi balcón, presentan problemas de crecimiento y de asentamiento.
Y los primeros calores preveraniegos, no irán a ayudar. A las plantas y a mí,-que solemos ser una sola cosa-, nos falta velocidad y reflejos de crecimiento. Es como si la tierra necesitara comer mejor y ser regada menos. Como si a dicha tierra, le faltaran minerales y productos para la gran exhibición y crecida. Se parece a tierra lenta e inactiva.
Lo percibo más quizás este año. Los años de la tierra no pasan en balde. Y eso que añado sustrato. Y naturalmente que ese abono ayuda, pero hay algo que todavía falla y que no acierto a diagnosticar plenamente qué es.
Hace tiempo que he retirado las bulbáceas calas, y las he situado ya en la parte de sombra de mi casa que es la terraza. La cala va desapareciendo hasta el bulbo y cesa en su floración y majestad. Y en ese momento trabajo con los espacios, y doy paso a riesgos y a experiencias cíclicas anuales. El hecho de que busque verticalidad y le dé a la poda, nada bueno puede querer decir. Porque para que las plantas se reposen y agarren diámetros, necesitan ampliarse y abarcar toda la maceta. Y desde ese completar de casi toda la superficie, ya se puede derivar la abundancia floral y la sucesiva continuidad.
Por eso ahora voy a parar con la tijera y a respetar más los procesos de cesación y observación. Voy a dejarlas ir, y solo actuaré cuando vea demasiadas carencias o irregularidades de ayuda inmediata. Jugarlas en plena primavera e incluso en plena floración, no es otra cosa que un exceso. Y mis plantas, más que tijeras, necesitan que las horade y airee camino lateralmente de sus raíces. Su prioridad es ahora la tierra y su densidad. Ya tengo labor ...
La buena noticia me la acaba de dar una maceta que está llena de minipalmeras que brotaron de semillas. No sabía a qué altura podarlas. Pero he pasado mi mano acariciando sobre éllas, y me he dado cuenta de que estaban más que agarradas desde sus raíces. Tema solventado. Otrora, las movía de un lado para otro, y algunas dudaban y cedían. Hoy, no ha sido así. He abortado lo que en mi pensar sería una buena poda larga y rigurosa. No es necesario. Me he limitado a darles estética corta a las palmeritas que afeaban el conjunto, pero no me pedían nada más. Ya tienen su base y su raíz. El tacto con mis manos y movimientos, me avanzaba el the end. Sí. Me he alegrado. Este sui géneris palmeral conjunto que crece al unísono desde una maceta, ya tiene personalidad y ya se las ventila solo. Y hay que respetar. El riego, y nada más. La observación, y a dejarlas tranquilas. Y ese respeto, me hace igualmente respetarme y continuarme más a mí mismo y darme seguridad personal. Quien me siga, sabe que las plantas son igualmente una metáfora de mí mismo, además de la vida que continúa. ¡Siempre! ...
Y al fondo, agua de Mayo. De la lluvia. Un regalo necesario. En Valencia, la suavidad se llama calor. Cuando llegue el verano, desconozco cómo deberá denominarse tal calor.
-PERO AGUARDARÉ ACONTECIMIENTOS-

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