domingo, 31 de julio de 2016

- RÍO OLÍMPICO -



En el corazón del calor del país-continente de Brazil, en el hábitat de Pelé y Lula, de las garotas o Toquinho, donde la samba y el carnaval, y en donde la belleza es una religión, durante unas cuantas semanas se abre un espacio nuevo, inédito, deportivo y olímpico. Los Juegos de Río de Janeiro 2016.
Allí, en medio del calor amarillo y del terrible desarrollismo que acrecienta las violencias y las inseguridades y potencia la miseria de las favelas, Río se dará a conocer al mundo mediático y actual que perseguirá a los ases de las diferentes disciplinas deportivas, en cuya cúspide del Cristo del Corcovado aparece la efigie de la gran despedida del  Jef y Summo Sacerdote vertiginoso, Usain Bolt.
El olimpismo dentro del contexto del neoliberalismo, la religión contra el dinero, y la alegría del exceso que trivializa los dramas distrayéndolos alrededor de centenares de atletas que buscarán retos y nacionalismos sobre sus medallas. 
La nostalgia dentro del enorme calor. Los Juegos, dentro del brutal profesionalismo, suenan a antigualla nostálgica en donde nos da por recordar a la esencia y etiología griega cada cuatro años. Y para no perder la santa tradición del noble valor de lo que pudo ser y es el valor deportivo, se elige un país, una ciudad, una villa, una sede, un capricho, una oportunidad, una audacia, una épica, y un enorme negocio especulativo que ubica en el mundo conocido los lugares lejanos e inhabituales como el romántico Río de la chica de Ipanema y todas las de Copacabana.
Samba y sol, y todos los recuerdos en esta gran cita de postal obligada. Portugués. Carioca. Pasión y realidad.
Maracaná dará todos los grandes pistoletazos de salida, y el fútbol de gen dejará por unos segundos paso veraniego al atletismo, el basket, la natación, o a cualquier otra disciplina aspirante y literariamente atractiva.
Los héroes de Río escucharán siempre y olerán que Brazil es mucho más que un capitalismo previsible o que un dominio general de la raza negra sobre la más pálida.
La mierda del dóping será la moscosa sombra que pivotará desde la duda sobre los que ajan el optimismo y la gran fuerza humana y atlética de la sorpresa. África volverá a su Continente esclavista, y keniatas o etíopes harán del tartán una salida al cole para divertirse como los niños superdotados  anhelantes de un futuro mejor para sus vidas. Las medallas olímpicas tienen casi más fuerza que los puestos obtenidos. Una medalla en los Juegos es como levantar un trofeo inolvidable y especial. Un beso al recuerdo de Joao Carlos de Oliveira.
Bolt es la gran incógnita y a la vez la gran esperanza. Nadie quiere que se lesione ni que pierda, porque el dios humano hace grande a todos los eventos en los que está y en donde solo el atletismo es levemente eclipsado por los chicos de la NBA, pronto gobernados por la señora Clinton.
Pero, hay muchos Brasiles y muchos Ríos. Hay un tejido humano, y lleno de energía y de hedonismo y belleza. Las mulatas cuyos traseros son celebrados como los más hermosos del Globo, las playas, la música, el mar de sueños, el baile y el salto, la capoeira, el travesti liberado, y el deseo de irse siendo amateur y de cualquier clase social a jugar el eterno partidillo de futebol y de arte malabar con el balón arenoso entre los pies descalzos.
Brazil se desnuda ciertos velos y nos ofrece la posibilidad televisiva de estar más cerca, más con ell@s, y más con su magia de creatividad y virtuosismo nada común.
¡ADELANTE, RÍO!

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