Veo un asfalto, unas ruedas, un coche, un deseo, y unos míseros veinte días que el malhechor de mi jefe me concede. ¡Me largo al país que nunca sabrás! ¡La libertad no tiene denominaciones! Haré lo que me venga en gana en cada uno de los segundos de todo este cronometrado tiempo sin igual.
¿La brújula? Si ese artilugio puede orientar a un solo habitante de la humanidad acerca de mi paradero y ubicación durante mis vacaciones que ya vienen, entonces ese trasto es un error y un desacierto.
¿Marcarme metas?, ¿objetivos?, ¿planificarme no es negación de mi goce? Pues, nada de planificaciones ni de rumbos filtrados. A donde voy a ir y lo que voy a hacer, decido que no lo voy a decir ni a mí mismo.
Otro. Solo busco otra cosa, otro hacer y deshacer, atentar contra la obligación y tumbarme en la hamaca menos previsible de mi deseo. Solo quiero ser libre veinte días, y no tener que darle explicaciones a nadie, y amar el desierto y la santa novedad. Volatilizarme con mi sonrisa pícara en mis dientes de mi boca.
¡Campanazo de sol tostado! No existen las cadenas, ni Espartaco, ni las fronteras, ni mi cortesía. Voy a gozar de un tiempo breve y de reyes magos, de papá Noël, de Carnaval, de no pensar, de perderme entre las mujeres más de cine que pueda encontrar, tirar mi móvil habitual al castigo de la mazmorra del silencio, soñar e imaginar que nunca fui ni seré puteado, apartaré al Sistema con las manos y seguro que al otro lado de las ramas verdes del sendero que lleva a la playa hay un ovni o una magia con destino a otras galaxias, a otras licencias, a otros paraísos, a otros modos de pensar y ver, a otros budismos y hasta a otros atavismos.
Mi mundo de vacaciones se va a parecer a este lo que un huevo a una castaña. Y yo seré mi atleta de los Juegos Olímpicos, y el que batirá todos los récords visualizándome ganador y campeón, y el que toda la gente solo va a admirar y a envidiar más que profundamente.
Voy a cortarme el pelo, a dejarme barba, a estrenar un masculino tanga de playa, y apuesto a que voy a sentirme merecedor de besos, caricias exageradas, exotismos absolutamente sexuales, exceso, masa, agobio, aceite y arroz.
Vivac, cara dura, personalidad, baños en bolas y la aparición de una estrella con formas de mujer y capaz de multiplicarse por veintitrés. Lo voy a tener todo. Un millonetis del tiempo libre y merecido, un Rambo y un Sandokán del placer, un activista de las birras y de los bares, un especialista de los cortes de manga sutiles, unos pantalones cortos donde haga frío, y hasta un exceso de ropa en donde el calor achicharre a las minúsculas lagartijas.
Vomitaré placer y deseo, arcadas de satisfacción, risas, sonrisas, mediarisas, risotadas, y tremendos silencios de siestas y golferías. Seré el tipo más insoportable e impostado en todo este tiempo para los demás, y en especial para quien yo vea que esté laborando. ¡Jodeos! ...
Y nunca pensaré en la derrota que es la vuelta al trabajo, ni a tener que sorberle los mocos al jefe, y a que me explote y no me pague las horas extras, y en que luego manden los demás.
En estos millones de segundos,solo voy a pensar que soy un dios con brazos y piernas, y que los demás nunca cabrán en mi puto olimpo necesario.
¡ADÈU!
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