sábado, 2 de julio de 2016

- GORDA, GORDA, GORDA ... -




Estoy gorda. Siempre estoy y estuve gorda. Nunca como las demás mujeres de veinte años de mi edad. Gorda. No quieren que yo pueda ser feliz.
No sé cuándo empezó todo. Supongo que es en la infancia cuando te vas con las demás niñas, y ves que no puedes ser como ellas. Te vas a comprar ropa y a ellas les cabe cualquier cosa. A mí, no. Yo era la gran gorda de mi clase, la que se reían de élla, la que no me tenían en consideración, la diferente, la rara, la desagradable, la que dejaban sola, y la que solo la compasión de alguna minoría podía perdonarme. Porque estaba gorda, totalmente gorda, demasiado gorda, demasiado vulnerable, demasiado sin integrar, demasiado marginal ...
Demasiado especial. No fui nunca una buena estudiante, pero es que ir al colegio no era nada fácil para mi más allá de la comprensión de las asignaturas y de mis malas notas. Mis profesoras estaban y eran delgadas, algunas lucían hasta tipazo, y eso era un gran logro. Y los niños se enamoraban platónicamente de ellas y eso es lógico.
Mi gordura no era lógica. No encajaba ahí. Mi compañera de pupitre un día se me quejó porque decía que le quitaba las necesarias condiciones para estar a gusto ahí sentada y que le faltaban centímetros de su espacio propio que yo le invadía.
Mis padres también están gordos. Sanos, pero gordotes. Mis hermanos, no. Mis padres nunca le dieron demasiada importancia a mis kilos de más. Yo no sé si es porque les da igual o si la que les doy igual soy yo. No me siento querida por ellos.
Un día intenté averiguar la causa de mis tremendas lorzas. Es verdad que yo comía demasiado, pero también me invadía a la par un gran desasosiego y una gran ansiedad. Me invadía, y me sigue invadiendo. Porque yo con veinte años, sigo muy gorda. No es genético, ni de tiroides, ni de que soy muy anchota y de unas grandes curvas. No sé qué es ni qué pasa. Soy femenina, me gusta la ropa, y los chicos, y todas esas cosas. Y descubrí lo que ya me maliciaba. La espiral. No tenía flexibilidad, ni un porte atractivo, estaba demasiado triste, la ropa de mis amigas no me entraba ni en broma, los chicos nunca se acercaban a mí, iba a la pandilla como un adosado y en cuanto me veían todos torcían el gesto con desagrado, y yo seguía muy fuera y muy desmoralizada. Y mis notas no mejoraban, y el futuro es gris ...
Me hice mujer y me salieron unas grandes tetas que paliaban algo socialmente a mi en extremo gigantesco trasero. Yo me miraba una y otra vez en el espejo. Me cansaba, no me gustaba sudar en el deporte, me venían dolorosas agujetas, y me replegaba una y otra vez hacia mí misma.
Ahora ya soy una joven de veinte años, y los únicos chicos y hombres maduros que se me acercan son para buscarme las tetas o para fingir que les atraigo. No gusto. Sigo sin gustar a nadie. Creo que mis padres empiezan a preocuparse por mi actitud triste. Como si fuera nuevo todo lo que tengo.
¿Insultos y falta de respeto de los demás hacia mí? Todos los que os podáis imaginar. Exactamente, todos esos y los siguientes. No voy a la playa a pesar de que me encanta, uso ropa grande y muy holgada, no entro en provocaciones aunque no siempre es fácil, estoy empezando a asumir que a todos mis enemigos no les excito yo sino mi gordura, y que hay una cierta lógica en mi decepción.
No tengo amigas, y encima ahora mis padres se han empeñado en que haga dieta. Pero yo no les hago caso ni a ellos ni a la médica que lo sugirió. Se cierra la puerta de la consulta y no hay nadie. Fácil dar consejos. Y mis padres van a su bola y sé que no confían en mí. Yo quiero ser abogada, pero la próxima semana empezaré un trabajo como panadera.
-POR LO MENOS AHÍ HAY DULCES ... -




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