Es un tipo valiente. Un luchador. Y un utópico a la desesperada. Tiene un corazón noble y una enorme insatisfacción que le acompaña desde siempre. Porque a Felipe Llop, le pasa algo. Algo realmente difícil de superar. Quizás, imposible ...
Felipe llega a su grupo. Pero no termina de integrarse. No lo logra porque no consigue que confíen en él ni que le acepten. Sigue siendo un aspirante a la normalidad y a la adaptación social. Hay una especie de extraña barrera mental que no le deja pasar a ser normal.
Felipe llega a un lugar, sonríe cortesmente, saluda, se sienta, pero a continuación guarda silencio. Y los demás le miran al principio sin saber muy bien qué pensar de él.
Felipe tampoco sabe el porqué de ese silencio. Si lo supiese, muchos de sus problemas personales ya formarían parte de su triste atrás. Pero, no. Su silencio tenso y tensador es y está ahí. Desarma y le desarma.
Es como si Felipe Llop se fuese del sitio. Aunque permanezca allí, parece que su cabeza se despide de los otros, y entra en ese silencio defensivo que a la vez es violencia de exclusión. Los demás. La gran asignatura pendiente de Llop. Los demás y su forma de interpretarles.
Felipe sabe todo esto porque lo vive con enorme tensión y dolor. Pero lo que más le duele es su impotencia para descubrir qué le sucede y la consecuencia de ese trastorno que no es otra cosa que una voraz soledad que le acompaña casi desde que nació.
Esa impotencia la vive como un espanto. Como un desgarro, como una asignatura pendiente por la que pasan los años y sigue sin lograr una nota suficiente.
Felipe llora a mares cuando nadie le ve. Y muerde el colchón y las sábanas para que sus estrepitosos gemidos de dolor nadie nunca los pueda escuchar.
Lo peor que puede por ahora sucederle es hacerse ilusiones a corto o medio plazo. No ve resultados. La gente le ve que no dice nada, y le miran raro y mal, y le esquivan, y le tienen estigma, y no le pueden comprender, y no entienden su tristeza ni su orgullo herido, ni su rabia, ni su deseo de ser absolutamente como los demás.
Él mismo sabe que le pasa algo. Y en esos momentos se derrumba y se diluye. Lo que pasa es que Llop es un guerrero, un irreductible, un tipo que sabe caerse y después levantarse aunque todo lo tenga en contra. Su idealidad y su inconformismo se tornan a su lado aunque sus progresos personales Cronos los detiene.
Ahí hay que ver la valentía de Felipe. Del tipo raro. Es inteligente y sabe que sus fracasos y sus lamentos no van a ofrecerle alimento de recuperación y de nuevas energías. Y entonces Felipe decide no pensar apenas ni darle demasiadas vueltas. Solo sabe que debe seguir y que el no ya lo tiene. Y que quién sabe si tras una y otra vez de batallas perdidas logre un atisbo de algo que pueda proporcionarle un poco de paz para los últimos años que de su vida puedan quedarle.
Felipe sabe que lo fácil sería dejarlo y dejarse, tirar la toalla y aceptar la superioridad escalofriante de sus constantes errores de actitud de cara a la plena integración social. Y se caga en sí mismo y en su puto silencio tarado y descalificador. Y se pone a dormir y seda sus desgarros y heridas atávicas. Su puto silencio de desprecio autodestructivo hacia sí mismo y hacia los demás, está ahí. Pero Felipe no se rinde nunca ante su mala salud porque sencillamente es un héroe.
-TOTALMENTE INCOMPRENDIDO-
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