lunes, 19 de marzo de 2012

- SINCERIDADES ESPERADAS -



La situación de la senil enfermedad de mi madre, parece hallarse en un poso de estabilización. Las cosas, están comenzando a ponerse más o menos como estaban antes, entre mi hermano y yo. Los juegos florales y los acercamientos de impostura y conveniencia, van dejando paso a la desnuda e implacable realidad.
Mi hermano, no desea cambiar cosas de su vida. Muchas cosas de las cuales,    deberían  modificarse en primer lugar para su propio bien, y en segundo, para el bien de mamá.
Siento alegrarme. Prefiero toda la verdad de nosotros dos. De los tres. La comedia  de   un   acercamiento embustero e irreal, me estaba asfixiando, y no digamos a él. A todos ...
Es mejor así. La nueva situación implicaría cambios, pero hay un abismo entre la forma que los dos  hermanos percibimos y contemplamos las cosas. Mi hermano prefiere    ser     muy    conservador en su visión de las cosas, y decide pensar que mi madre más o menos ya está curada, y que ahora hay que volver a la posición de la habitualidad histórica.
Yo, por mi parte, pienso todo lo contrario a la permanencia del inmovilismo actuativo. Sé que ahora es tiempo de nuevos cambios y de nuevas estrategias, que a todos favorecerán en el largo plazo. Yo quiero aprender a convivir con una nueva situación,-la cual no puedo conocer todavía bien-, y aceptar y acometer todos los retos que acompañarán la progresiva senilidad de mi madre de entraña. Mi hermano cierra filas, y yo empero, abro caminos en busca de  mi futuro nuevo y decidido.
Pienso, que es tiempo de plantar los cimientos y de rehabilitar sanamente unos hábitos caducos, innecesarios y trasnochados. Entiendo que es un nuevo tiempo para el crecer, para aprovechar el tiempo, para esmerarse en la autogestión personal, para aprender a llevar una casa; para desechar lo que no sirve y no es adecuado. Sencillamente, para aprender. Para seguir aprendiendo, y con todo el afán.
Ese choque de perspectivas, hace que haya vuelto la frialdad habitual entre nosotros. Sí. Mi hermano nunca me aceptará, y decidirá ir marcando las/sus reglas a seguir. Siempre lo ha hecho ...
Está mi madre. No debe sufrir en exceso. De modo, que avanzará por caminos de diplomacia y de conveniencia, en la calma que se precisa. Haré como que no me doy cuenta de los errores que suceden en la interacción, y rehuiré hábilmente sus sutiles imposiciones. Mi madre es ahora el objetivo prioritario, y no quiero disgustos que élla pueda presenciar. Llega   el  momento de templar gaitas, y de hacer de las tripas el corazón.
No veo otra forma, para que las cosas vayan mejor. Los progresos, deberé entrenármelos cuando mi hermano no esté delante. El progreso mío, lo haré cuando mi hermano esté ausente. Es lo más práctico que se puede hacer en la situación. Lo más frío y eficaz.
Ahora, se imponen la paciencia y los nervios de acero. Y, por éso, me alegra y me entristece a un tiempo la nueva distancia que mi hermano deposita ante mi cotidianiedad. Es mejor todo ahora. Debemos todos ser sinceros con nuestros rencores, simpatías, desconfianzas, roles, ausencias, carencias, virtudes, naturalidades, tristezas y alegrías.
Mi madre, es senil y poco puede hacer. Alea jacta est. Lo mejor que puede tener mi madre, es que vea un enfoque filial distinto, pero no teatralizado o impostado. Mi madre debe ver verdad, sentir autenticidad, reírse porque tenga ganas, y hasta llorar cuando no vea las cosas claras y le apetezca hacerlo.
-COMO YO MISMO-

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