sábado, 27 de febrero de 2010

- ÚLTIMA LUNA LLENA DE FEBRERO -

Y no vienes sola, luna, casi ya de primavera. No. Vienes a toda fuerza, con tu hijo huracanado y explosivo que procede de la tormenta perfecta. Escóndete, luna llena apasionada. que sea por unas horas, que dicen que la ciclogénesis esa será rápida. Pero también, desoladora y hasta preocupante. Puto cambio climático como un piano. Protégete. En este día de luna llena, la tormenta perfecta avanzará desde el sur por toda la península hacia el norte, rompiendo paraguas y levantando faldas de bombones precoces en flor. Deberás asistir, luna llena, a un espectáculo de frusfrús de melenas al viento atizando los rostros, de árboles dubitativos y temblorosos, de olas de más de séis metros en el mar, y a la recomendación de que no se salga a la calle o se haga lo menos posible, para evitar daños personales desde la furia de un enrabietado Eolo. Y mientras tanto, tú, luna llena, impotente y agazapada, esperando a que abran los cielos para brillar amor y esoterismo. Reconoce que eres algo enigmático y engañoso. Yo te veo, luna llena, con un brillo que me recuerdas a un espíritu rebelde que se opone a la noche, y que no le da la gana apagarse hasta que llegan las cenizas del alba implacable. Y ni aún así. Con el día en flor, sigues ahí arriba algunas horas, hasta que finalmente te retiras casi por sorpresa de la visita de los que te admiramos, como es mi caso. Eres mensual, luna llena. Como un salario fijo de un trabajador, o como el ciclo de una mujer fértil. Creces como un budista zen; imperceptible casi, pero segura hasta convertirte en esa suerte de sol noctívago de regalo que haces a los enamorados lanzarse y atreverse a la audacia del amor y del brillo sensual. Luna redonda y casi roja, esférica y geométricamente inalcanzable. Mito de licántropos y de hombres lobo de películas de terror, presagios de pasiones que no acaban bien, uñas que crecen de repente como el parto de un cactus o una sorpresa en mitad del aparentemente seguro camino en el sendero vital. Luna llena que iluminas la noche del último invierno. La próxima vez que yo te vea ya será la primavera, y además sin tormenta perfecta ni gaitas amenazadoras. Y entonces, sí. Entonces, y aprovechando la clorofila de la vida renovada, penetrarás en la sangre de las personas, y harás más que nunca que nos brille el deseo, y que los labios femeninos sean más adorables que nunca. Pero, de momento, pienso seguir alabándote mirándote embobado y alegre muchas veces al año. Eres ese talismán de sueños que alimenta la fertilidad de los poetas. Y cuando beses a tu padre el sol, háblale de nosotros que también somos hijos de su luz y del agua, y dile que tú eres la princesa áurea que acompaña a la noche depresiva. - ¡OH, LUNA! -

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