domingo, 7 de febrero de 2010

- ELLA -

Ella, le miró. Este hombre no era el que ella había conocido. Le faltaban demasiadas cosas. Su amigo ya no sonreía como antes. Ni reía, ni cantaba. Su gesto era duro y adusto. Debía de estar pasándole algo bien gordo, pensó la mujer. Sí. Sin duda,decidió...
Ella había conocido en tiempos a un hombre distinto. Jovial, amante de la broma, alegre como un niño eterno, y con un indudable brillo en la mirada. De modo que, en efecto, Margrita pensó que todo apuntaba a que aquel hombre se hallaba en medio de grandes dificultades.
Pensó la mujer en la mejor manera de ayudarle. ¿Preguntarle directamente por la naturaleza de sus problemas?, ¿inquirirle acerca de lo que le estaba sucediendo?, ¿sonreírle más de lo normal para infundirle paz?, ¿dejar acaso que se recuperara por sí mismo y no hacer alusión a su más que evidente derrumbe actual?, ¿qué hacer?...
Sinceramente, Margarita estaba hecha un mar de dudas. Aquel hombre era bueno. Heterodoxo como ninguno, pero noble y de buen corazón. Y sensible. Tremendamente sensible. Susceptible de ser herido con facilidad, a menos que midieran con lupa las palabras a decir, o que él supiera que quien se lo decía, era de absoluta confianza.
De modo que Margarita se limitó a mirarle de nuevo en silencio. Él parecía rehuír los ojos, no solo de ella, sino de casi todos en general. Se le encogió el corazón a la mujer. Y decidió finalmente acercarse a él, aún a riesgo de errar en su acción caritativa y sentida. Y le habló finalmente:
- "¿Te ocurre algo?, ¿verdad, Gustavo?"...
El hombre no respondió, y le sostuvo la mirada mientras esbozaba una amable sonrisa. La mujer decidió insistir:
-"¿Por qué no me lo cuentas todo?, ¿vale?...
Pero Gustavo siguió sonriéndole únicamente. Alargó su brazo, y puso su mano sobre el hombro de la mujer. Y la siguió mirando muy fíjamente. Margarita, interrumpió su gesto y le dijo:
-"¡ Pero Gustavo, dime algo "!
El hombre, volvió a colocar su mano en el hombro de la mujer, y más tarde, se incorporó. Cogió a la mujer de la mano y la levantó. A continuación la abrazó casi súbitamente. Con fuerza, y casi con desesperación.
Margarita le correspondió, abrazándole igualmente con intensidad. El hombre, le musitó al oído:
-" Lo único que necesitaba, era esto. Gracias por no haber rechazado el abrazo,Margarita."
La mujer volvió a mirarle. Había captado el mensaje. Necesitaba afecto, distancia, silencio y comprensión. Lo demás, era ineficaz.
- Y POR FIN PUDIERON COMUNICARSE -

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