jueves, 11 de agosto de 2016

¡MIREIA SÚPERSTAR!



Mireia Belmonte. Catalana y mágica. ¡Oro! Una de las apuestas españolas olímpicas consensuadas. Iba a ganar. Todos confiábamos en que lo iba a hacer y lo ha hecho de nuevo.
Pequeño inciso. Michael Phelps es el mejor atleta de todos los Juegos Olímpicos de siempre. Que no os hablen de Bolt, Carl Lewis, Jesse Owens, Bubka, o quien os digan. El americano, es el gran dios de ésto. 
Vuelvo a Mireia. En su apellido se dibuja la inmigración pretérita, y en sus palabras decisión consecuente.
Mireia ya no es la niña prodigio. Es ahora la mujer evidente que admiramos y que nos asombra. Tiene veintiséis años y representa el triunfo del trabajo, el tesón, el sacrificio y la madurez.
Ha sacrificado sexys momentos de su más tierna juventud para anclarse dentro de las piscinas para hacer marathones de entrenos. De bien joven empezó a asombrar. Poseía una resistencia y unas facultades inhabituales.
Mientras lograba títulos mundiales y marcas de vértigo, Mireia Súperstar no hacía más que formarse y crecer como nadadora. Pegada a su enorme clase natural y a su finura muscular de niña preciosa, empezaba un trabajo demoledor y también reflexivo.
Renunciar. Renunciar desde la cabeza bien amueblada. Tiempo habría después de recuperar la clausura social y los condicionamientos exquisitos y necesarios para competir con todas las garantías sobre las diversas y más que exigentes disciplinas de la natación. Mireia asumió el reto con esa ingenuidad y a la vez con la alegría dulce que siempre la acompaña.
Es guapa, ya mujer hecha, veterana joven, consagrada en el Olimpo, y sabe que sus palabras ya no son las de una niña a la que pueda nadie ruborizar o mediatizar. Fue y es lista. No bastaba ser muy buena para estar delante de todas. Sus vídeos los verá todo el mundo y a todos hipnotizará. Pero pocos veremos sus sudores y su cara de agotamiento tras las sesiones hercúleas de entrenos que anunca salen en la tele.
Mireia ha madurado precozmente y sin salir de la piscina. Ha crecido y se ha superado con el bañador puesto y mientras dormía le aparecían zapatos de tacón de aguja y hasta melenas de exceso y de actualidad. Pero, al alba, Mireia se iba a entrenar y a estudiar la seguridad en su hábitat magno que son las piscinas.
En Río de Janeiro ha vuelto a lanzar a los cuatro vientos que es la mejor nadadora española y con diferencia, de siempre. En Río, nuestra tarzana de Badalona inolvidable, se ha puesto y hasta soprepasado el nivel de Gasol y demás ases varones. Ha dado un nuevo manotazo y empuje al deporte femenino nacional y se ha reivindicado como mujer. Mireia es el agua, la seriedad, el sufrimiento y la enorme calidad.
Su carrera de los 200 mariposa, puede definir y sintetizar quién es en la piscina. Aguantó, cerebral, aguantó, pensó, siguió, creció, continuó, aguantó, atesoró su enorme talento, siguió continuando, y a falta de cincuenta metros soltó su hachazo. No fue fácil, porque las rivales australiana y japonesa la tenían a segundos y centésimas. Pero ese es el terreno de Mireia. La seguridad en sí misma. Y no se arrugó al ver a sus rivales tan de cerca. Decidió no mirar y que su gran rival solo sería ella. Siguió, continuó, no pensó sino en lo que podía hacer y haría. Impulsó toda su potencia, calidad y brillantez, y su mano histórica tocó la pared de la piscina del último instante. Y al darse la vuelta, su sonrisa se volvió campechana y pletórica. Lo había conseguido. Ahora ya puede venir el tiempo del descanso y aquellos tacones finos que apenas pudo ponerse.
¡MIREIA, ESPECIAL Y LA MÁS GRANDE!

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