miércoles, 17 de agosto de 2016

- CINE: "EL CASO FISCHER". -



La creatividad más brillante y el ingenio más destacado, no están exentos de intrusismo. Nunca nadie es invulnerable a nada. Dicen que Bobby Fischer ha sido el ajedrecista más genial de todos los tiempos.
Ajedrez y locura. El ser humano. Nos cuentan que Bobby siempre se creyó tanto dios, que le fastidió demasiado tenerlo que demostrar.
Su gran rival, Boris Spassky, se dio cuenta. Y aquellos bien pocos que decidían anteponer su persona a su genialidad deportiva.
La partida número 6 del Campeonato Mundial frente al ruso, es lo más grande que nunca pasó en ajedrez. Puede que les crea.
Bobby, maltratado y enfermo desde niño, no pudo crecer socialmente y solo su energía majestuosa se hizo obsesión genial en ese deporte de la frialdad y de la estrategia como es el ajedrez.
El ajedrez son matemáticas. El autoproclamado y dios Bobby Fischer, se decidió a sí mismo que podía convertir ese sesudo juego en algo decididamente malabar y hasta de improvisadas salidas. En sus delirios que se hacían realidad, Bobby se perdía, y ganaba a todos, y se desconcertaba, y generaba ilusión, interés y nacionalismo americano en plena Guerra Fría.
El mejor, no era el tema más delicado de Fischer. Lo peor es que se sentía el único capaz de marcar unas superiores reglas del juego.
En el mundo, no habría nadie válido. Un niño. Y cual dios constituído, podía acudir al insulto, a la descalificación, a la bohemia, a la extravagancia, a la heterodoxia, a la tontería, y a sus tremendas limitaciones psicológicas en un contexto,-la pugna sorda entre EEUU y la URSS-, en donde el maniqueísmo le devoraba. Él, dios Fischer, era antiruso, antimundo, antioposiciones o antiprevisible. Anti él mismo ...
El lío nacionalista americano de la bandera y el dinero, tratarían de convivir inútilmente con un hombre joven sin tratamiento, sin atención; un superviviente a su estilo que se sentaba al lado de un tablero de ajedrez y se sentía feliz y dichoso rompiendo barreras y rivales. ¡Campeón del Mundo! ...
Pero lo jodido para Fischer podía ser ese destape y ese descubrimiento. Porque él quería la grandeza para sí mismo, y como los demás se la traían al pairo, cuando el mundo se dio cuenta de su genial talento, se quedó desnudo y se enfadó.
El enorme triunfo abierto y social, fue la tremenda bofetada que le tumbó. Perdió en su locura Fischer aquello que le daba sentido a sus imposturas y excesos. Le "robaron" su tesoro íntimo. Se acabó su deidad enigmática. Ahora, todas las personas podrían saber de él y abrir en canal hurgando sobre sus auténticos sentimientos.
¡Huída y retirada! ¡Adiós y hasta nunca! No quiso nada. Se fue camino del olvido hacia la paranoia y el negro panorama del deterioro sin futuro.
La partida de su vida,-siempre un desastre-, fue un jaque mate tras otro jaque mate a merced de la merma paulatina de sus patológicas facultades mentales. Casi todo ya fue patético en el gran rey demostrado del ajedrez. Pero racionalmente casi siempre lo fue. No estuvo bien ni teniendo un talento descomunal. Éso, solo puede ser una de las mil vías de la locura.
-DURO FILM-

0 comentarios:

Publicar un comentario