viernes, 19 de agosto de 2016

- MÁS ALLÁ DE LOS LÍMITES -



50 Kms marcha. Final olímpica. Épica. Volvió Grecia y el drama, los gladiadores y las suertes finales. Un calor brutal y unos atletas fantásticos haciendo portentos por la senda de los límites humanos.
"¡Dios! No puedo más. Mi cuerpo no da más de sí. Esto no se acaba nunca. No voy. Mis piernas no van. Mi cuerpo no puede más. Me duele el alma. No sé qué hacer en medio de la  duda. Todo parecido con el placer es pura coincidencia. Dolor. Todo es dolor. Son cincuenta kilómetros. Pero tengo que llegar. O, no ... "
Robotizada la manera de andar del marchador. No pueden estar los dos pies arriba porque entonces es la trampa y se llama correr. La regla es la que es y si uno se hace el libertino llega un tipo con una tarjeta y te da por saco y te aja la ilusión. Pero nadie obliga a nadie a desafiar a la distancia, a discutir la esencia peculiar del marchar, y todos han partido desde el metro cero de la salida porque han querido, han entrenado, se han ilusionado, y porque les ha dado la gana.
Apenas veo países o nacionalidades. Solo veo héroes entusiastas y apasionados y decididos a poner su pie al otro lado del kilómetro 50. Son hermanos de fatigas que saben sufrir y que han inventado una nueva fuerza para combatir la adversidad cuando las  potencias se van a la basura.
La mente. El 5o marcha es como esos partidos de tenis cuyos sets no terminan de cerrarse y te llenan de dudas y de intensidad. Hay que ser médico de uno mismo cuando la carretera es larga e interminable, monótona y morrocotuda, cuando compites contra otros fantásticos fondistas que te pueden ganar en cualquier acelerón. ¿Quién puede criticar a estos galácticos? ...
Sufren todos. Y cuando no sabes si seguir, acelerar, pararte, o absolutamente todo esta rojo y abrupto, entonces solo gana la inteligencia. Los 50 Kms marcha no se pueden completar y mucho menos ganar si no tienes costra en la cabeza y toda la experiencia del mundo. Es la literaria soledad del corredor de fondo que inauguraron los del marathón y Filípides.
Hay un nuevo impulso que se llama modestia y autenticidad. Es cuestión de medirte, valorarte y desnudarte delante de tí mism@ y de todos. Mantener. Retener el ritmo. Aguantarte las vísceras aunque te veas capaz de batir todas las plusmarcas y retos y convertirte en un semidiós.
Eso ha pasado en esa final descomunal de Río post Bolt, en donde en la línea de meta los gladiadores se caían a plomo como sacos inertes en el suelo con un silencioso y demoledor rictus de límite. Exasperaba ver los siglos que tardaban en aparecer los servicios médicos de Brazil. El héroe se había caído a la lona y necesitaba una sonrisa y una presencia, un empuje y una cordialidad. Ayuda. Mucha ayuda ...
Pinchazos desesperados intramusculares, pájaras bestiales, un marchador francés de apellido Diniz que acabó diploma olímpico por santos cojones, el majestuoso ganador eslovaco Tóth, testosterona, sudor a mil, fortaleza de elefantes, disciplinados, superdotados; el fondo tiene un mérito que nunca valora el espectador al que le aburren tantos kilómetros ...
El fondista tiene un espíritu especial. Una nueva fuerza que se inventa todos los días y que supera valentías y estereotipos. Y en medio de esta loa necesaria a un deporte titánico y siempre minusvalorado, un tipo que anda cerca de los cincuenta tacos y que se llama Jesús García Bragado, llega a la meta, me emociono, le aplaudo, le admiro, y me importa un carajo el puesto que ocupó.
¡CHAPEAU PARA TOD@S!

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