El padre. El papá. El hombre rubio que le dio vida. Esa es una de las claves de Magda. Sin él, a Magda se la ve esotérica y dubitativa.
Porque el padre de Magda fue burgués, tenía dinero, y hacía con las mujeres casi todo lo que le daba la gana. Por eso Magda apenas habla de su madre y todo su recuerdo le viene de papá. Incluso para afirmar que ella no tiene un recuerdo feliz de su infancia.
Magda es guapa y juvenil y le aterroriza sutilmente el paso del tiempo. Ella fue una barbie pionera y del deporte, una dulce y a la vez enérgica princesa que hizo de su cuerpo un excelente reclamo de aceptación e integración social.
Magda y el deporte en serio. Jugando en serio. Con escepticismo eficaz, Magda se iba a correr y al gimnasio cuando las chicas allá por los años setenta ni se planteaban discutir que eso del deporte solo era para varones y nada más que para varones.
Magda es alta como su padre, y tremendamente juvenil cuando despliega su sonrisa de esperanza y de nueva rica. Y le plantó hace veinte años a su marido una dura batalla económica en los tribunales cuando se divorció de él. La pela, siempre será la pela.
Los ojos de Magda y sus rubios cabellos recuerdan a una guiri de El Campello o de Alfàs del Pi. De senderismo en el Benacantil, y de todo el deporte físico y de glamour que puedas idear. Haciendo tenis ganó todo lo de su club deportivo y tuvo que tirar a la basura las Copas porque ya no sabía en dónde ponerlas.
Magda es consumista y un tanto amargada. Cuidó a su padre tirano hasta hace nada, y ahora le visita en la residencia donde se halla ahora el casi centenario progenitor.
Pero Magda es exigente, y no se conforma con cualquier cosa, y es ambiciosa, y ha viajado todo, y no tiene sesenta años pero los mira con preocupación, y lo ha pasado muy bien a ratos en esta vida, y le encanta el buen vino y la buena mesa, y siempre los hombres.
En cuanto a su cuerpo diagnostica y decide por enésima vez mientras hace un elegante y sexy gesto con los dedos en dirección a su cuerpo:
- "Los años, nunca perdonan..."
Magda hacía muchísimo tiempo que no acudía a uno de sus restaurantes favoritos. Pero aún recuerda al joven camarero, el cual también la saluda efusivamente. Ese hombre le agrada, pero además de su simpatía reconoce decepcionada que el camarero no se cuida y que para lo joven que está ha adquirido demasiado peso.
Y Magda lo que quiere ahora es respirar y llenar su tiempo, y desea aventuras amorosas y de alto standing, y le encanta que sus religiosas amigas como ella nunca sepan que tiene un rollete con este o aquel otro.
Le siguen gustando los hombres a muerte a Magda. El recuerdo guapo de su padre mayor y poderoso, la dibuja un horizonte en ese sentido. Además, su ex le ponía los cuernos y ella nunca dijo demasiado nada porque con dinero y con resignación se vive mucho mejor.
¡Claro que le encanta el sexo a Magda! Pero si pudiera ser, con una pareja aunque el amor no fuese excesivo y a él también le hechizara el deporte tanto como a élla.
El futuro es una incógnita para Magda. Le cuesta un pecado salir de casa. Pero se da cuenta de que la vida, y los caballos, y los veleros están ahí afuera. Y aunque su cuerpo bello empiece a decirla que no del todo, la que tuvo ha de retener.
-POR SUPUESTO-
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