Cuarenta y cuatro años confiesa abiertamente tener Manolín. Pero desde hace algunos pocos años lo que es noticia es que se puede hablar con él. Porque lo que se antojaba quimérico hace algún tiempo atrás ya no es imposible.
Pertenece a mi barriada, aunque ahora menos porque cuida en solitario y como yo a su madre. ¿Manolín cuidando a su madre?, ¿a alguien? ¡Quién lo podría decir! ... Yo, hace tiempo que le tengo aprecio a este muchacho.
No podía serse más salvaje que Manolín. Politoxicómano, de una agresividad de espanto, enloquecido y egoísta, cabrón y desaconsejable.
Ese era Manolín. El terror del barrio. El pirómano que quemaba todos los contenedores de la barriada y que traía en jaque a los agentes de la autoridad. Lo rompía todo. Cristales, maderas, gritaba amenazador, y sentía guerra abierta y descontrolada contra su escaso mundo conocido. No quería rivales. Nos rompió varias veces los cristales de la puerta de abajo del portal de la finca. Necesitaba liarla.
Nacido en el seno de una familia sin estructura, Manolín nunca sintió colchón y decidió que, o atacaba, o le harían daño. Tenía veinte años, no levantaba cabeza, todo el mundo pasaba de él, su no familia le ignoraba y se sentía impotente para abordar sus problemas, le metieron una temporada entre rejas, trataron de convencerle a su salida de que debía cambiar de actitud vital, y yo empecé a ir viendo cómo Manolín estaba apastillado de sedantes de un modo excesivo. Parecía haberse detenido su violencia pero a cambio de una anulación excesiva de su personalidad ... ¿Creer en Manolín y en su regeneración e integración en la sociedad? ... , ¿qué era peor?, ¿verle atontado a salvajemente violento? Casi, que lo primero, claro está ...
Ha pasado el tiempo. Me saludaba y me hablaba de usted. Debe verme viejo. Y yo un día le vi ojos bondadosos y me quedé gratamente sorprendido porque parecía como si su sedación excesiva hubiese dejado paso a una sonrisa noble y personal. Manolín ya no es peligroso. Es, incluso, tierno. Cuida a su madre con fidelidad y orgullo, afirma que sus hermanos pasan de su madre, y que solo una de dichas hermanas se llega a la casa y les ayuda en lo que puede. Es su hermana guapa y pelirroja, a la cual yo recuerdo de cuando tomaba una y otra vez su bicicleta para desplazarse.
Manolín me habla con modestia y convicción. Es humilde y claro a un tiempo. El efecto de toda la mierda que pasó por su sangre siempre dejará secuelas. Está vivo de milagro. Pero el ya hombre Manolín, ha tomado un nuevo rumbo y un nuevo camino. Sabe distinguir la ética del bien y del mal, ha vivido todos los infiernos desgarradores, y sabe que no debe volver a hacer el gilipollas.
Manolín se ha recuperado. Lo digo para los que no creen que las personas puedan rehacerse. Manolín es un ejemplo de superación, supervivencia y de no rendirse. Le ha hecho un gran regate y un potente corte de mangas a su tremenda fatalidad y negatividad. Se puede hablar y más o menos perfectamente con Manolín. Sobre todo si le caes bien y te ve bueno. Si te tiene respeto y afecto.
Que es en definitiva lo nuevo en Manolín. Ha sido capaz y sabido valorar sus cosas y admirar su derredor. Valorar, de buen aprecio y de buen jugo y chicha. Ha sabido ver que detrás y en medio de la negrura hay realidades gratas por las que vale la pena luchar. Y ha apostado por seguir ese rumbo de la normalidad y del amor. Le veo mucho futuro.
Adora a su madre, y le limpia el culo y la cambia los pañales y lo que haga falta. Y lo que es más importante: Manolín ha aprendido a quererse y a convivir en aceptación consigo mismo.
¡ENHORABUENA, CHAVAL!
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