Aquí estaba ella. Aquí está. Estará y estuvimos. Compartiendo todo lo que quisimos compartir.
Está, estuvo, estará, estuve, estuvimos los dos en una noche calurosa e inolvidable.
Estás. Estás aquí. Y allá, y ahí, y en todo momento y lugar. Estás en mi sueño y también en mi realidad.
Yo estaba temblando de audacia por adentro. Y después de cenar algo por ahí, subiste a mi casa. A Mi Casa. Todo con mayúsculas. Porque todo lo que pasó esa noche eterna, fue con mayúsculas.
Y lo mejor que fue con mayúsculas es tu aceptación, tu respeto, tu sonrisa cómplice y comprensiva, mi cariño y el tuyo, tu discreción y mis enormes deseos de agradarte.
Tus silencios eran terribles. Porque tras ellos está todo el futuro y toda la verdad. En tu mirada de mujer está todo mi paradigma y nuestro horizonte. Sentí expectación y timidez, admiración por lo mujer que estás hecha, y sobre todo maravilla por lo que yo he sabido crecer. Yo estuve fantástico porque fui evidente, tierno y natural. Tú fuiste dama y señora, y pícara cosa, y nervios interiores llenos de femineidad y complacencia. Toda tu vivencia me dedicaste, y yo te di lo mejor que de mí tengo.
¿Años atrás? ¡Ni lo hubiese soñado! Años atrás, yo luchaba. Pero los sueños solo eran irrealidades inconcretas. En el fondo no me sentía capaz de dar absolutamente nada de cariño ni de aceptación. En el fondo no me quería una mierda. Pero tuve la tenacidad de seguir una especie de estela intuitiva y luego orientada de buen sendero. El sendero de mi futuro que crece y crece sin parar. El otro día casi me pellizcaba ante lo evidente. Era yo y contigo. Y todo lo demás, fútil pasado que nunca podía importar.
Costó crecer y desarrollarme. Pero ahí estamos. Duelen los huesos pero ya veo el amor a mi alrededor. Porque ahora estoy yo, y estás tú, y está todo, y va estando comprensible todo aquello que aún no era capaz de asimilar bien.
Histórico para mí. Era jueves de tí. Era jueves de mí. Era noche en la que dormir no solo era un imposible sino para medir sentimientos y compartires. Para ser un par de adultos que pueden adorarse.
Estabas cansada. No te apetecía sexualidad, y yo te di un beso en los labios. Y más besos en los labios, y seguía el calor de tu recato, y tu maravilla, y tus manos sobre mi espalda, y los centímetros escasos de la cama, y que me hiciste más feliz que un dios.
Fuiste una maravilla con cuerpo de mujer. Y el ventilador hacía un ruído brutal, y yo me puse a roncar con la boca abierta y boca arriba para que estuvieses más cómoda y para que no te cayeses de la cama al suelo.
Y me desperté. No estabas. No soportabas mis ronquidos y te fuiste al salón comedor y a la hamaca que tengo allí. Pero en seguida cesaron mis ronquidos, y entonces te sentí volver descalza y feliz, y seguimos hablando entre sonrisas, y me hiciste feliz como la leche, y yo te vi tranquila nuevamente y confiada.
Y al día siguiente sonó el timbre del despertador. Y estuve mucho sin escribir esto y agazapado en el goce y en la gratitud afectiva.
Hasta que ha salido y ha brotado el manantial de los sentires, hasta que me he dicho que era el momento, hasta que he sido el titular de mí mismo, hasta que nos vamos a ver muchas veces, hasta que no te voy a agobiar, y hasta que viviremos en el día a día y con los pies en el suelo cuando sea posible y gozando de cada segundo mutuo.
¡MIS VIVIRES FAMILIARES!
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