Se les coló adentro. Un joven muy enfermo no solo logró seguir trabajando a pesar de estar de baja emocional, sino que entró en el interior de su mismísima cabina de un avión de Lufthansa y aprovechó la ausencia momentánea del comandante para suicidarse y tirar el avión al abismo con 149 personas más. ¡Eso es intolerable! ...
En Estados Unidos estaban ya escarmentados tras la barbarie del 11-S. Allí, en sus cabinas, siempre hay más gente por si acaso. Temen al terrorista fanático y toman las medidas.
No aquí. Ni siquiera en la gran y moderna Alemania se pusieron las pilas. Un jovenzuelo paleto de cara acomodada y atmósfera luterana, ambicioso y fantasioso, quería triunfar, alzarse y volar.
Pero la compañía Lufthansa también quiere alzarse, volar más y ganar mucho dinero. Hay que ser osado, fuerte, estudioso y decidido. Valiente, constante, buen cachorro, echado para adelante, y extremadamente funcional como es ese capitalismo feroz y ratonero que nos lleva.
No era el de los Alpes un vuelo más. El angustiado y enajenado Andreas Lubitz se disponía a hacer una descomunal salvajada. Sin sentir la más mínima sedación en la angustia que sentía y tras haberle dejado su novia, decidió que era su gran y monstruoso momento. Siempre el mundo recordaría la terrible ocurrencia del asesino suicida. En la mente y a la vista de todos está la ladera golpeada y asolada de los Alpes. Restos y más restos desperdiciados de lo que antes fue un buen avión y de lo que fueron 150 personas en perfecto estado. Menos una ...
¿Ahí debe terminar todo? ¡No! No puede terminar la pesadilla de esta forma tan simplista y socorrida. La palabra se llama responsabilidad y coherencia. Toma de conciencia. Lufthansa ha mentido y debe pagar por lo que ha hecho. Alguien de la cúpula de la compañía aérea debería presentar su irrevocable dimisión. Es una responsabilidad tan grande la que se ha incumplido, que se tiene que resolver con un acto valiente y sin demasiadas presiones. Debe ser algo voluntario.
Todos lo esperamos. Todos esperamos esa decisión. El mundo no es un mercado. Alemania y la señora Merkel lo saben. Europa también son los ciudadanos que tienen derecho al disfrute y uso de su seguridad.
Y en ese avión GWI9525 no había nada de ese derecho básico para estar tranquilos. Habían ocultado información, tapado, roto pruebas; escondido asuntos de esencial evergadura. Hay que reaccionar.
El mundo no debe ser un azar económico o especulativo. El mundo debe marcarse por unas ideas básicas dirigidas por la razón y por el rigor. Este trágico suceso podría haberse evitado, y en muchos lugares además de en Lufthansa, se sabe.
Desde el respeto a la honra a los fallecidos y a sus desconsolados familiares, desde donde los sentimientos superan al dinero, y desde donde la ciencia nunca es eludible, alguien tiene que irse de esa compañía aérea.
No solo el tema es Lubitz. No todo empieza y termina en el joven desequilibrado que tuvo prevendas y consentimientos. La pelota está en el tejado de los cuerdos y de quienes ostentan la capacidad de alegrar nuestras vidas y no de aparecer indiferentes ante el desgarrado dolor. ¿Ajenos? ...
Por eso estoy seguro que alguien muy grande de Lufthansa moverá pieza. Porque el tema es demasiado potente, demasiado terrible, demasiado desgarrador, y sobre todo demsiado real e inapelable.
-NO QUEDA OTRA-
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