sábado, 7 de marzo de 2015

- VALENCIA, LA CARPA Y LA EXCEPCIÓN -



Una semana antes de que empiece oficialmente la Semana Fallera, las infraestructuras de la Fiesta van modificando el paisaje cotidiano y habitual.
Ha llegado la contrariedad esperada para el conductor que agarra todos los días su auto y se dirige hacia sus quehaceres habituales. Ahora, deberá medir, estar acostumbrado al cambio, e informarse de todas las modificaciones que habrá en su recorrido de siempre.
Las carpas se constituyen en barreras intocables y festeras. Ha comenzado el gran corte de las calles de Valencia. Armarse de toda la paciencia será el poco. Hay que ir asumiendo la gran costumbre y el gran negocio fallero. La calle se trasviste y modifica, se acota y se intimiza, te espera y te dice que no si vas a bordo de un vehículo de motor. ¡Te las apañes! ...
Se ve sudor en los trabajadores que ponen las luces de la Falla famosa de las calles Sueca-Literato Azorín. Una luz potentísima llena de color y arte va a impresionar a los pioneros turistas, los cuales empiezan a ir aterrizando por mi ciudad de la paella, de la naranja y de La Malvarrosa. ¡Viva el castizo Ruzafa! ...
Esto huele a muy pronto. A inmediato. A las dos en punto de la tarde, Valencia es una máxima locura pirotécnica que tiene su epicentro en la gran mascletà de la Plaza del Ayuntamiento de Rita la alcaldesa y del "caloret".
Valencia es un gran negocio de churros y porras, de buñuelos y chocolates, de bandas de música y de los primeros grandes petardos que aparecerán en el yunque y el estribo del oído del espectador medio en cuanto los chicos tomen sus vacaciones escolares.
Valencia se pone especial e internacional. Se sanferminiza y se promociona como un evento inusual y de estampa publicitaria. Ha llegado el momento de mirar a una ciudad por la que ya hace décadas que no transcurre el líquido del río Turia, y en cuyo lecho seco se dan el paseo y el deporte durante interminables kilómetros.
El ruído. Estamos en vísperas de nuestra Calanda particular que son los masclèts y los disparos permanentes de la pólvora. Siempre el ruído como gran hilo musical y excesivo. La radio y el casette valenciano están a toda mecha para los que les guste ésto y para quienes lo detesten. El sudor del trabajador electrecista o del faenón de las carpas, te está diciendo que a esta ciudad ya no la para nadie y que todo va a ser diferente. Pronto llegarán los artistas falleros. Hay trenes y gentes de huída.
Pero gana el dinero y la adrenalina. Gana la peineta de la fallera y el sentarse en una terraza con los amigos para reírse un buen rato y desconectar. Ganará por k.o. y finalmente la actividad en el ágora ociosa, y el fajín del fallero, y el blusón y la zapatilla que releve al tacón de estar guapos y de aquí. Fallas, falleros, fallerismo, Valencia y tradición. Caos y ruído.
Cuando menos te lo esperes, un tremendo sobresalto te va a no dejar indiferente. Será el ruído incesante. Un golpe de pólvora a las tres de la madrugada que te hará reflexionar. O te cabreas, o te ríes. Porque esta Fiesta Fallera no te admitirá términos medios ni poses pragmáticas. O te lo comes todo o guardas ayuno resignado.
-DEPENDE SOLO DE TI-

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