El whatsapp es como un teléfono dentro de otro teléfono. Un hijo o derivado del aparato de comunicación inicial. Una cosa gratuita que te puede servir para medirte más y mucho mejor a tí mismo.
Hace poco que tengo whatsapp y al principio me pareció un avance casi mágico y excitante. Fue un período de euforia que afortunadamente ya va cediendo. Ni era tan mágico ni tan ávido de nuevas o sorpresas. Solo era un medio más. Actual, y regido por las reglas del juego imperantes en el mundo social y de ahora.
El whatsapp es lo mismo que cuando acudes a una cena o a una quedada. Has de hacerte a lo que hay, y ofrecer espacio y aceptación de las peculiaridades de los otros. El grupo de chat es casi una utopía de funcionamiento coherente grupal. Y no digamos si el grupo es extenso. Es como un chat de bolsillo, en el cual si te extiendes no dejas cancha a los demás. Te pones protagonista y entonces los demás te lo reprochan con razón porque no caben y acaparas mucho espacio. Eso nos pasa a los charlatanes como yo que no somos hijos de las teconologías actuales. Lo aprendes cuando mucha gente ya se ha dado cuenta antes. Y cuando pides disculpas ya vas a quedar marcado por tal protagonismo mostrado.
Lo más práctico en el individualismo imperante, son las camarillas y lo que se cuece en el petit comité. Lo que funciona en el whatsapp son los privados. En ese sitio cómplice no molestas a nadie, puedes acercar tus sentimientos de mejor forma a los demás, y acabas logrando unas cercanías que acabas admitiendo como adecuadas y acertadas. Ahí, sí ...
El whatsapp solo va a admitir menoridades, banalidades o temas poco densos. Es lógico. Donde esté la palabra, que se quite lo demás. En la escritura no logras llegar fácilmente a desarrollar los matices que deseas. Un whatsapp no es un cuaderno. Y, a la mínima, puede surgir la incomprensión o el desencuentro.
El whatsapp abierto y general es para hablar de cosas corteses y concretas. Si intentas ser denso y heterodoxo, entonces el del otro lado del dedo frunce el ceño y se aleja.
Es un chat en miniatura y tiene mil sensibilidades por persona en el grupo. Es una interacción enésima y excesiva si no se sabe cortar a tiempo y seleccionar a las personas con las que realmente deseas departir y compartir.
La diversidad y la conveniencia que ya me enseñó el chat convencional, me las ratifica el whatsapp. Son los grupos de hoy y el modo de comunicarse las personas. Está el individualismo, la persona a la defensiva, el receloso, el sabio por sus silencios, el pretencioso y el puñetero. Y mil millones de posiciones entreveradas y complejas.
El whatsapp no te va a ayudar a conocer realmente a nadie. El whatsapp es el paso previo hacia un encuentro real. Y cuando estás alrededor de una mesa en un grupo determinado te das cuenta de la menoridad de dicho medio. Porque el estar ahí al lado de ellos y de ellas, el olerles y escucharles, el observarles en la corta distancia y en la gestualidad, en su vivir; éso sí que te da mil pistas para conocer mejor a las personas y no errar demasiado en las conclusiones sobre ellas.
El terreno de juego es el vivo y el directo. Y entonces sale y mana tu verdadera personalidad. Delante de las personas ya no puedes ni debes posturear o mostrarte excesivamente exquisito. Al revés. Lo que has de hacer es olvidar el whatsapp y que salga la cancha de la naturalidad. El ser uno mismo.
Es evidente que me he incorporado flagrantemente a la nueva tecnología y todo me cuesta un poco más. Pero ese es el reto y el camino. Diferenciar el grano de la paja y la fantasía de la autenticidad. Y yo apuesto por mi desnudo real, por mi yo que avanza sin las timideces, y guardo el whatsapp como recurso de ocio limitado.
-TODO ES APRENDER-
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