Cesando la enorme y prolongada vicisitud que me llevó en direcciones erradas, puedo ahora finalmente encontrarme con mi camino real de primavera socializante y buceando en el rico y necesario escenario de mis primeras amistades.
No me importa el atrás, sino lo positivo de mi presente y mi capacidad de rehacerme y de reconstruírme a mí mismo. Y es realmente tierno y lleno de sensaciones emocionantes todo este tiempo vital que me es reciente.
Todavía no son amigos. El camino me irá decidiendo las proximidades y las cercanías, las distancias y los desencuentros, la selección real de las raíces de mis amistades, y en definitiva mi tiempo nuevo.
Es como volver a esa juventud o adolescencia que nunca tuve, y en donde lo que menos importa es sin duda mi hecho cronológico.
Estoy en un aula nueva de mí. Y yo, adentro. Compartiendo los primeros días y meses de clases, las primeras miradas, las primeras decisiones, los cambios de horario,el hacerme a ellas y a ellos, el seguir y seguir profundizándome sobre mi mismo para poder conocerles mejor.
Empezar a dar mis primeros pasos en el mundo de la amistad me convierte en un ser inexperto a la par que valiente, temeroso y expectante, sonriente y meditabundo, sintiendo en efecto un torrente de emociones pluridiversas entre las que se impone la idea necesaria de la priorización.
Tener amigas y amigos es la cosa no solo más bonita que me ha pasado en el mundo, sino que es algo que siempre estuvo ausente tal deseo en mí.
Alborozado y extrañado, ahora yo no soy capaz casi de explicarme cómo pude pasarme tanto tiempo sin que las cosquillas del deseo de la amistad llegaran a mí.
Ahora estoy desbordado y desconcertado, replegado y hacia adelante a un tiempo, y con la sensación social de que por fin voy recuperando mi rumbo y mi verdad. Tengo amigos porque me tengo a mí mismo. Porque he logrado rehacerme desde mi tiempo menor.
Sí. Una juventud y una adolescencia a mi edad. O, parecido. Ahora me veo en medio de las quedadas y citas, de las cenas, de las repeticiones e iteraciones en busca de mi lugar mejor. Estoy haciendo mi colonia de verano, mi emancipación personal, mis primeros vuelos, el salir de mí, el seguir saliendo de mí, y el tolerarme el agobio que a veces me provocan las situaciones nunca vividas.
Vivo entre cromos de amistades. Entre esbozos de elección. Con deseos de abrirme una y otra vez a los otros. Aportando lo mejor y más coherente de mí y de mi vida, y teniendo alguna necesaria paciencia con mis eclipses lógicos de quien no pudo oler el sabor del vivir.
Ya no estoy ni me siento solo. Ya puedo estar y ser yo. Ya puedo atreverme a seguir. A juguetear. A amiguear. A buscar, a flirtear, a distinguir el deseo de la estupidez, la inteligencia del ego, la discreción frente al excesivo protagonismo, y el factor humano frente a todos los efectos especiales.
Rubias, morenas, salidos, impostores, maduritas, jóvenes, de toda condición ideológica, absolutamente de todo puede pasar ya por el camino de mi vida. Porque es la vida. Y la vida tiene exactamente lo que estoy viendo, y lo que estoy protestando, y de lo que me voy arrepintiendo, y lo que voy aceptando mal que me pese, y los desencuentros, y los nuevos retos y las apuestas hacia una vida que ya no tiene parón.
La carrera me está lanzada. Es una carrera no competitiva, sino de posicionamiento y de ubicación. Ahora me toca a mí finalmente elegir, y a los otros elegirme. Es un juego y hasta un puzle de deseos que el tiempo irá concretando y marcándoles el sello de mi tierno y deseado patrimonio absolutamente personal.
Es un tiempo en el que lloras y ríes, y te enfadas y te sientes insatisfecho, y en el que sueñas y ves que es que sí, y en el que me pellizco para comprobar que afortunadamente lo estoy logrando. Y a todos mis amigos lectores os aconsejo que hagáis lo mismo que yo. Que os metáis en los líos de la vida.
-ES EXTRAORDINARIO-
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