jueves, 19 de febrero de 2015

- AURELIA -



Me dice la veterana Aurelia, la señora Aurelia, una cosa bellísima y a la vez terrible. Que, no solo ama a su marido incluso por encima de sus hijos, sino que si su esposo Eduardo se va al otro barrio entonces su vida no tendrá el menor sentido y todo será prórroga nefanda.
Aurelia. Una niña de aldea de la Cuenca eterna y vital, desesperada y  animosa. Se vino a Valencia huyendo de la soledad y de falta de perspectiva de futuro. Aurelia necesitaba la aventura de la ciudad, y dejar atrás sus cabras, caballos o colmenas.
Aurelia fue moderna y a la vez romántica. Si no la conoces bien, te puede parecer un pendón. Pero a las pocas horas te das cuenta de que es una niña tierna que manda a su mala leche a pasear y que te puede mirar como solo lo hace una madraza atractiva y hasta coqueta y cuyos sentimientos de ayuda hacia los demás le nacen realmente del corazón.
Aurelia sigue siendo un torbellino mientras se muestra imparable y excesivamente parlanchina en la habitación del hospital compartida en la cual ambos cuidamos a nuestras madres respectivas y las damos influjo anexo y amoroso para que vivan más.
No se cansa nunca de laborar, y cuando esté cansada jamás te lo va a decir ni en voz baja. Disimula bien. Es orgullosa y dice que no le interesan los Partidos Políticos. Que, roban todos.
No. Aunque la sonsaco que le gustó mucho Franco, Aurelia no es facha sino individual,rápida y enigmática. Por eso es que la escucho con suma atención y así me ayuda a superar el marathón cansino y sacrificado de tantas horas en el hospital.
Me dice muchas anécdotas. Es familiar. Muy familiar. De pocos amigos pero de verdaderos sentimientos. Se ve que le he caído yo bien a la señora Aurelia, o es que necesita descargar sus emociones. Desde su palique apasionado y sin rubores, acaba sonriéndome como una niña traviesa y pícara mientras se acerca mucho a mí para no molestar a nadie hablando fuerte, y porque es evidente que le gustan los hombres, y la vida,y decir que tuvo aquí en mi ciudad un bar y ejercía de cocinera, y que sabe hacer todos los platos de comida que  haga falta, y que mejor dejarla como es.
Toda su coraza rural se hace añicos y se aproxima a mi madre cariñoseándole el hablar y la atención. Ayudando y haciéndose de querer.
También me habla de sus tres hermanas que nunca vienen a visitar a su madre en las últimas, y me asegura que una de las que sí viene ha fingido una gastroenteritis para librarse de cuidar como le corresponde a su maravilloso y senecto tesoro.
Dice que su hermana Ana lo que tiene es un vicio terrible que se resume en que se gasta la pensión en las máquinas tragaperras, y que lo de la gastroenteritis fue la consecuencia del síndrome de abstinencia de su absurda ludopatía. Una burda mentira y un vicio fatal.
Hay mucho dolor en Aurelia y por eso pone cara de mala leche. Se la mueren en muy poco tiempo familiares muy cercanos e inesperadamente. Pero tras esa confesión y desnudo, la conquense Aurelia vuelve a su quehacer y a su compromiso. Y acto seguido no me da la tarde, sino que me sigue apasionando su biografía que me lanza resueltamente.
Hay odio en Aurelia. Mucho. Pero no desea a nadie la muerte ni que les pase nada. Solo quiere no ver a quienes no la ayudan ni merecen a su sentir la pena.
Aurelia ha venido por amor de la aldea a la gran ciudad. Conoció a su marido eterno cuando jugaban allí en su Cuenca rural siendo unos niños ambos. Todo lo demás es consecuencial. Aurelia ama al amor de su sino y destino. A sus hijos les adora, y es una madraza absoluta con cara de poco calor.Y todo lo demás es muchísimo menos importante, pero siempre vivido.
-SIEMPRE-

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