domingo, 8 de mayo de 2016

- LA MONJA DE LA EXTREMA BELLEZA -



Modelo, australiana, veintisiete años, la reina de la lencería erótica, con curvas de infarto, piernas kilométricas, femenina a mil, atrevida, osada, admirada, posados top, absolutamente perfecta y en grado summo excitante. Primavera maravillosa Verónika, de origen eslavo, rubia y extremadamente inteligente.
Ligas, ligueros, portaligas, mediazas, tangas, culottes, brasileiras de hilo, muslos lechosos y de esculpir, senos de reina, sujetadores de todos los escotes y formas; los posados de Verónika reina de las pasarelas y del éxito mundano se cotizaban a cachés realmente elitistas.
Y con novio: Andrew Spinks, economista. Y con proyectos de vida en común. Hasta que le sucedió a la simpar Verónika un hecho o acontecer que iba a cambiar radicalmente toda su vida.
Fue, mientras la bella modelo se agachaba frente al espejo para calzarse unas medias de superlujo y fantasía. Estaba desnuda y llevaba los labios carnosos aderezados con un potente carmín rojo pasión.
Verónika se quedó mirándose en dicho espejo. Pero ya no por motivos coquetos, vanidosos, estéticos o profesionales. ¡No! Mientras, queda ante su imagen trataba de comprender tanto hechizo e imán, sintió súbito una llamada sobrenatural y absolutamente impensable para su modo de vivir y de ver el mundo de su realidad cotidiana. Era la llamada de Dios. Dios la decía sin hablarla que su belleza extrema no sería nada frente al amor que debía ofrecer a todos los seres humanos desde el rezo y las renuncias. Debería ser, monja. Hacerse monja católica, y abandonar el placer de lo mundano para abrazar otra realidad pura, nueva, espiritual, casta, recatada, contenida, anónima y disciplinada.
Verónika, desnuda, cayó de bruces al suelo postrándose ante la llamada intensísima e incomparable, y entonces se sintió vulgar, y excesivamente juguetona, y en una vida irreal, y un icono ya no deseado de ser, y con una fuerte y definitiva convicción se vistió finalmente y se puso en pie. Se apartó todo el carmín y se quitó las medias, se puso unas gafas de sol para no ser reconocida, y apagó sus móviles. Marchó a su piso de lujo, y feliz y cansada se echó a dormir.
Al día siguiente, Verónika sorprendía a los medios dando la rueda de prensa inesperada. Dejaba la moda y el hacer mundano, y consagraba definitivamente su vida a Dios, en medio de la discreción necesaria y de la normalidad y naturalidad de ser solo y únicamente una hija de la fe como todos los creyentes. Una persona humilde más.
Andrew, su novio, la amenazó llamándola loca y traidora. La dijo de todo empezando con que estaba drogada y que nunca le había querido. Pero Verónika no se sintió ofendida en absoluto, le dijo que sí le amaba, pero que había otro amor irrenunciable y mucho más potente e inimaginable en su vida ahora ya plena. Y que lo dejaba todo y que ahora su vida sería la frugalidad, el rezo y la clausura. Adiós a los hombres, y Dios en el camino de su futuro y hasta la muerte.
En el Convento de Santa Úrsula, Verónika sigue siendo físicamente bellísima, alta, elegante, joven, eterna y mágica. Pero lo que anunció ante los medios acerca de su renuncia a su fortuna y a todo lo mediático y profesional, lo está cumpliendo a la perfección. 
Verónika ya no tiene dinero, ni jamás lleva tacones de vértigo, ni tangas, ni hace top-less, ni se calza más medias que las imprescindibles para no enfermar a causa de las inclemencias meteorológicas, y pocos admiten no obstante el giro drástico y sorprendente  que su vida ha dado. Son escépticos. Profundamente ...
Ella, la monja de la belleza extrema, se niega a ser entrevistada por los medios, y sus fans la buscan infructuosamente para acosar sus decisiones y lograr aunque sea rogando que por favor vuelva al olimpo del estrellato y de las pasarelas.
Nada de éso. Verónika está feliz y completa, renunciando a todo lo que parecería más acorde con sus características físicas y de psicología de tendencias de hoy. No añora aquellos tiempos de audacias y barreras rotas, de hombres enloquecidos y adinerados en porfía por su despampanante belleza, el oropel, las bambalinas o todos los efectos especiales del capitalismo atractivo y de guiño impulsivo. Verónika no se siente atraída por nada que no tenga que ver con el discurso de quien ande dentro de la atmósfera de su fe. Su sonrisa serena sorprende hasta a sus superioras que la han rebautizado con el nombre de Sor Margaret.
-Y ES SIEMPRE AUTÉNTICA Y BONDADOSA-

1 comentarios:

Verónika ya no tiene dinero, ni jamás lleva tacones de vértigo, ni tangas, ni hace top-less, ni se calza más medias que las imprescindibles para no enfermar a causa de las inclemencias meteorológicas, y pocos admiten no obstante el giro drástico y sorprendente que su vida ha dado. Son escépticos. Profundamente ...
Todo correcto.La pregunta es...,habra heredado algun obispo esa herencia dineraria,los ligueros y demas zarandajas?.Uno que tiene ya sus aňos encima,siente como los buitres sobrevuelan la inocencia de la entrega...

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