Pizpireta y laboriosa, paradójica, creyente y descreída a un tiempo, compleja y aparentemente llana, niña eterna y orgullosa.
Sí. Muy laboriosa. Decepcionada. Por eso el trabajo es su terapia. Y lo peor fue cuando perdió a su madre. Hace dos años. Aún llora cuando la recuerda, que es mucho.
Cincuenta años, Candela. No habla de su padre. Tiene raza y carácter, un genio defensivo y hasta impertinente. Se siente tan poca cosa en el mundo que quiere mandar desde la sombra y que no puede escapársele ni pizca de las cosas que suceden.
Pero el mundo atemporal de Candela, es la playa. Porque la playa es un maravilloso y libre laberinto en donde la libertad y la luz se entremezclan dejando paso a múltiples posibilidades.
La playa es el día; su día. La playa es un marco de juegos y de paseos, de movimientos y de miradas descaradas y también recatadas y contenidas. La playa es naturalidad y día, y polos de limón, y agua, y vida de agua que copula con la arena.
La playa de Candela son pozales de flanes de infancia cuando el agua se hace semicompacta, fugaz y divertida. La playa es familia, y las primeras amigas, y las primeras experiencias, y las tentaciones y el paso del tiempo.
Candela es familiar, y esquiva, y hasta necesariamente egoísta. Es práctica y rápida, no quiere lo que no entiende, y ama la risa y el buen rollo sin llegar a ser banal. Candela es una niña que en el fondo desea dormir y pasar desapercibida cuando a su alrededor está la seguridad y el buen ambiente.
A Candela nunca le indiques ni con la mejor de tus intenciones, lo que debe hacer. Pondrá pegas y entrará en creciente discusión. Porque ella es racial, y de cosas claras y chocolate espeso, y a veces se siente menor y frustrada, e incomprendida, y a gusto en su casa en sus cometidos hogareños, y deseosa de la sorpresa de su libertad.
¿Crecer más allá de los treinta aunque se tengan cincuenta y dos? No parece que le merezca la pena a una Candela que cree en el bien y no tanto en las verdades oficiales. Nunca se sabe por qué no habla de su padre,-seguramente ya fallecido-, y jamás se sabrá si le gustan en realidad o en fantasía las mujeres campechanas, bellísimas, femeninas y tremendamente dulces.
Quizás para desviar el balón, Candela habla de hombres. Pero esos deseos acaban por no terminar de ser creídos. Y va a la Iglesia y le hace una misa a mamá, y cuando nadie la oye hablan entre sí y le pide a su progenitora mucho perdón por cosas que en realidad no tienen la pena de la culpa.
El futuro de Candela es su dinámica, su no estarse quieta, sus misterios siempre velados, su pelo cortito y sus ojos de niña permanente que respeta, acepta y sabe estar.
Candela te la razón cuando le conviene, y contraataca con su personalidad especial a quien le entra directo y la interpela sin complacencias de orla. Y entonces la mujer se rebela y saca su carácter, y casi siempre acompaña sus frases cortas y potentes sonriendo desde el sarcasmo.
Se siente tan vulnerable que está a la que salta y a la defensiva, y no se le escapa una, y se hace muy bien la despistada, y sabe distinguir cuándo la quieres de corazón y cuándo la utilizas para un relleno o una excusa. Boba, no es.
¿QUÉ LÍNEA DE BUS SE COGE PARA IR A LA PLAYA?
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