lunes, 11 de mayo de 2015

- MALABARA ME SEDUJO -



Me derrotó una tarde de calor. Malabara. Enigmática y con unas piernas kilométricas y soñadoras. Todo bonito por afuera por y seguramente por adentro. Me sentí seducido y hasta expectante.
Porque Malabara aceptó que la invitara casi sin venir a cuento a una cerveza fría. Y me habló dulcemente mientras no escondía su pose intimista y su homenaje a un perfecto desconocido como yo.
- "Mañana te espero en mi barco. Este es mi teléfono. No te arrepentirás ..."
- "Gracias".
El Mediterráneo solo era color calor azul mar, y toda la libertad de los sueños de los poetas eternamente sorprendidos. El pequeño barco de Malabara era la seña cómplice. Antes de subir a su aventura náutica, me presentó a dos amigas más que nos acompañarían junto al patrón en la más que tranquila travesía. No eran tan hermosas como Malabara, pero desde luego que la fealdad nunca sería su aliada igualmente.
Todo suave, todo sonrisas de mujer, todo brisa ligera del Mare Nostrum, y todo lujo y libertad. Malabara caminaba ligera por la superficie del barco y cada uno iba a la suya. Como hacen los privilegiados en su atmósfera intocable de aura y money.
Yo, tartamudeaba enfrente de los ojos clarísimos de Malabara mientras ella me seguía sonriendo suavemente  como hacen las sirenas con los marineros de los mitos. Mientras yo estaba muy nervioso de vértigo, ella se ponía unas gafas de sol de rompe y rasga y se me quedaba mirando fija y penetrantemente. Sin piedad, Malabara me ponía a prueba una y otra vez con su silencio considerado y generoso.
- "Suéltate, hombre! Ya ves que estás conmigo y con mis amigas y que no pasa nada. Disfruta y vive como en tu casa todos estos momentos " ...
- "Sí, Malabara "...
Sol, calor, libertad y pieles. Crema de protección sobre toda su belleza. Un caballero gustoso de proporcionar a Malabara protección. Todo natural, como sus manos amigas sobre mi espalda y donde yo quisiera.
El calor comenzó a apretar. La ropa fue desapareciendo y toda la belleza brotó como un femenino manantial. Fui feliz admirando las curvas estilizadas y al viento de Malabara y de sus modelos amigas. La belleza de mi ilusión cabía en aquel barquito mágico y real. Malabara seguía absolutamente relajada y mostrándome la vía desde donde uno se desprende del estrés y de los problemas y se lanza a la aventura total que casi contamina.
No había una moral definida a bordo. Solo se mascaba respeto y libertad. Al llegar a una pequeña cala, las amigas de Malabara bajaron del barco para ser todavía más libres e íntimas.
Y entonces Malabara me siguió mirando a los ojos y esta vez se quitó sus gafas de sol. Disfrutó mirándome y yo me reflejé en su iris. Y pasaron millones de cosas antes de que sus amigas volvieran a subir.
Pero solo pueden contarlo los peces amigos y dueños de las aguas cálidas del Nostrum amigo y romano. Malabara y yo pactamos que nunca nadie podría saber nada de nuestra cómplice libertad y de nuestra empatía. Ni sospechar que cuando una mujer y un hombre están a gusto, no hay ni clases sociales, ni cuenta el dinero, ni valen los prejuicios ni los tabúes del tipo que se quiera.
Malabara y yo fuimos un mismo mar, una misma estrella, un mismo nadabikini, una misma cópula de beso vivo, un lío de piernas y palabras, de brazos, de senos de mojito y caipirinha, de sol inocuo y feliz. Sencillamente, de vida posible.
¡OH,MALABARA!

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