martes, 26 de mayo de 2015

- GIRO 2015: ÉPICA EN EL MORTIROLO DEL GRAN PANTANI. -



Ahí el ciclismo. Ahí la dureza de los locos arriesgados surcando los desniveles imparables de la cima Mortirolo en donde si ganas te haces grande y nadie te hará una sola burla.
Todos son honrados subiendo la "montagna" del malogrado e irrepetible Piratta Pantani. En ese bosque de dificultad y de esfuerzo, donde las cosas se vuelven descarnadas y épicas, reaparece el ciclismo de siempre. El eterno. El irreductible. El imprevisible y hasta libertario, a pesar de pinganillos, órdenes de directores y trescientas zaparrastradas que lleva consigo la modernidad tecnológica y la actualidad.
En medio de esa evolución, todavía vemos lluvia molesta, miedo, esfuerzo de portentos y mucho azar. La gloria de la duda. Donde nadie puede confiarse, y en donde el finado Marco con sus estatuas que movilizan el imperio y el recuerdo de los sentimientos, adicionan sobre la marcha una pincelada de deporte real que mancha las cámaras y atrae noveles aficionados sorprendidamente atraídos por lo que se puede ver y va ocurriendo en esa tele también de ayer y de siempre. ¡Actual por fin! ...
Alberto Contador se dejó de titubeos y de cabeceos exóticos y se puso a trepar y a trepar. Sin miramientos y a lo suicida reparó unas averías puñeteras muy cerca ya del ascenso a la cita del Mortirolo 2015 que llevaría hasta el final de Aprica.
Contador siguió y siguió hasta que se quedó sin equipo. Pero al ya veterano as de Pinto nada le asustó. Estuvo finísimo y cabal. Maduro. No miró hacia atrás. Como hacen los grandes. Alcanzó a Aru, le sobrepasó, se relajó, y fue acompañado por la seguridad de su confianza camino de su nuevo Giro salvo un cataclismo que se antojaría injusto.
Esos segundos en los que el madrileño no cazaba, se antojaron eternos. Pero el ciclismo grande es menos frívolo que todos esos temores que acaban siendo anécdota. Quien quiere ganar, ha de hacer locuras. Y no digamos cuando la magia exhuberante de la primavera del Giro de todos los años lo propone. El Giro es exactamente lo que ha pasado siempre en el Mortirolo. Uno de esos eventos más tiernos, audaces y animosos, aunque se propague a nivel mediático con la eterna sordina que lanza Monsieur Le Tour.
Mikel Landa estuvo majestuoso y más que poderoso. Perfecto y arrollador. Corrió parado esperando a una extraordinaria todavía promesa llamada Aru, y que es la gran esperanza del ciclismo italo actual.
Todo fue Pantani en el Mortirolo. Absolutamente rápido, potente, enloquecido, veloz, adelanto sobre el horario previsto, cinco horas a toda leche, el último que apague la luz, y al final todas las sonrisas bellas de los buenos aficionados que pudieron disfrutar de una etapa inolvidable.
Por eso el ciclismo tiene algo que siempre rebrota cuando parece seco y quemado. Porque estuvo Pantani, y Contador, y la "montagna", y el recuerdo, y la miseria y la gloria, y la grandeza eterna, y la mentira podrida del dóping, y el carisma de los genios, y las hojas de los periódicos del día siguiente que abrían un póster con la efigie de un tipo pelado y un tanto extraño.
Porque a veces el ciclismo se pone huidizo, y se forja como un rebelde un feudo propio y de sudor esperanzador. Porque lo más bonito que ha consagrado de nuevo a Contador y a todos los gigantes de la ruta ha sido la vida. El Mortirolo ha estado más vivo que nunca.
-COMO PANTANI-

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