Iñaki Rekarte, ex etarra, se mostraba defensivo en el último programa de la temporada del excelente comunicador Jordi Évole: "Salvados".
Emocionado, tenso, como haciendo un sobreesfuerzo, incómodo y sintiéndose mal en sus particulares confesiones, hablaba el ex violento sobre su vicisitud y su sentir.
Parecía un chico de pueblo, de escasa cultura y mucha vivencia, quemado, y con infinitas ganas de rehacerse hacia su tiempo real.
Iñaki Rekarte iba de víctima de las circunstancias y de un tiempo determinado. Decía que era demasiado joven cuando se hizo comando y a matar, y que lo suyo normal de entonces lo sentía ahora como una selva de intereses vacíos.
Afirmó que fue utilizado, que los sus jefes se aprovecharon de su inexperiencia y poca edad para jugar con él y marearle. Y se refirió a su primera acción armada como si pasase algo nebuloso e impactante, extraterrestre y atropellado, irracional y obediente. Cumplía unas órdenes y habías, oye, que obedecer. Dice que cuando todo estalló por los aires se podía haber muerto hasta él. Que aquello era parecido a una guerra o a un campo de batalla; a una supervivencia desesperada. Que había que salir con el pellejo vivo de allí y huír como fuera y a donde fuera. Sus palabras parecían confusión asumida.
Dijo una y otra vez la palabra, oveja. Que fue marioneta de sus jefes de ETA, y que la había fastidiado, y que no recordaría a sus víctimas, y que seguramente sus víctimas y familiares no harían bien conociéndole sino que se hundirían y afligirían todavía más si lo hicieran.
Todo un sinsentido y un caos en el pensar, decía Rekarte. Incomodísimo, más que tenso, bastante atormentado, y como quitándose de alguna manera bastantes reponsabilidades de en medio.
Parece que le jodió la cárcel. Rekarte era muy joven para éso de la cárcel. Allí pudo, dice, pensar. Y mandó a la mierda a sus jefes, a su oscura realidad, al tiempo negro, y a la posibilidad de pasarse toda su puta vida entre rejas y sin entender demasiado nada.
En la cárcel se sintió una oveja, y entonces dice que comenzó de verdad a pensar en sí mismo y en su verdad fuera de demasiadas presiones.
Fue una entrevista tremenda, con unos silencios de estremecer, en donde no sabías bien dónde mirar o cómo mirar y con amargura y sabor agrio, y a la vez de acuerdo con los tiempos que son y se mueven. Fue una angustia en directo, con muchos tics de cinismo y otros de hipocresía. Pero Iñaki Rekarte parecía no querer comediar a pesar de todo. No quería odiar a nadie porque dice que el odio corroe y destruye. Que el odio es el espanto y la derrota. A su manera, con aspecto de joven de pueblo, con cara angulada, y nunca resignado a no dejar pasar las hostias ni los momentos.
Dice que se ha enamorado de una chica de Cádiz. Y que el único camino que sintió y que le hace esperanzado es que tiene un hijo. Y que un hijo es un amor y nunca una guerra absurda.
Que todo lo demás le importa un pito, y que una destrucción no vale ni un trozo de tierra, ni una lucha o guerra territorial, ni las leches putas. Solo su hijo, su gaditana, sus corregidos racismos y su nueva verdad.
Ahora me imagino el sentir de sus víctimas. Sentirían asco y desprecio, ahí el hombre que mató a los nuestros y haciéndose la víctima, y el caradura en la tele sin complejos, y ojalá se pudriera en la cárcel y todas esas cosas así ...
El proceso de paz en Euzkadi será muy parecido a la entrevista de Évole a Rekarte. Habrá mucha tensión y angustia, y quizás tras alguna generación un hijo que ponga sonrisa.
-SILENCIO-
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