jueves, 23 de abril de 2015

- RODRIGO RATO, ¿DE HÉROE A VILLANO EN UNAS HORAS?. -



El gran gurú de la economía, por los suelos. El sabio y reconocido santo varón de los números parece ahora una estupefacta marioneta a merced de los focos mediáticos. Rodrigo Rato ha sido señalado por el gran dedo del no prestigio. Ya es malo, y sospechoso, y perdedor de las partidas, y cazado, y venado, y los suyos le llaman menos al teléfono, y le esquivan, y hasta se piensan el retirarle un cuadro cuando en la Universidad le proclamaron Doctor Honoris Causa.
Lo que pasa es la velocidad y el estrépito. Pero no un batacazo cualquiera. Ha sido un ruído extraño y como de estrategias electorales. Parece que el Partido que huele a fiambre de Mariano Rajoy hubiese decidido desmarcarse toscamente del que fue su amiguísimo ministro y hasta el gran amigo de sus amigos. Ellos mismos un amigo.
Es lo que tiene el Poder. Cuando estás en la cumbre, entonces va y resulta que que los otros montañeros también pueden llevar en el zurrón y en sus mochilas muchas armas y activos financieros, amnistías fiscales renegadas, y toda la traición. Rivalidad a flor de dientes.
El olor a mugre y a muerto se contagia y propaga en busca de resucitaciones desesperadas o de salidas airosas dentro de la irreversibilidad electoral. Huele a elecciones y todo vale para salvar el pellejo.
Y por encima de todo, la distancia. Rato, bamboleado por los acontecimientos, es un tipo terrible pero no vulnerable. Los estafados de Bankia le tiran todos los insultos que empiezan por la ele de ladrón. Los policías le ponen profesionalmente la mano en la cabeza y le meten en un coche para llevárselo a declarar. Entran y salen de la casa del mito, hay registros una y otra vez, y Rato les dice a los periodistas el absolutamente nada de los buenos días y buenas tardes. Es el gigante pasmado que llegó a ser Gerente del Fondo Monetario Internacional en donde los ricos cuecen nuestro futuro imposible.
Sí. La velocidad preocupa en ese cenagal del descrédito que es España. Menos credibilidad que nunca. Pocos de fiar. Solo buscan el ventilador de la suciedad. Se habla de las leyes, de la amnistía fiscal y del perdón legal a quienes a centenares hacen igualmente el chorizo presunto. Todos se defienden como gato pasta arriba, palmo a palmo, encerrados en su área en busca de que un balón no se meta definitivamente en su portería. Juegan al empate a cero, a que nunca pase nada, y a que jamás les metan por la escuadra el gran golazo de la derrota definitiva.
En el PP se masca la desesperación y el desconcierto. Huele a urnas y a frustración, a tirar hacia adelante y a hacer la aventura de la jungla de la impostura. España está más triste e indignada que nunca. El desequilibrio es el denominador común. Esto no se llama sosiego.
Rodrigo Rato. Ha sido rico, joven y escasamente democrático. Pijo de postín. Peligrosa cuna adinerada que parece que lleva al ocultamiento y a la avaricia. Y en medio de un gris que evoca al franquismo y a la ausencia de asertos claros y convincentes, se arrastra la pena de la lágrima del gran caimán taimado que siempre es el poder omnímodo y fou.
Rodrigo Rato es el síntoma de un gran desconcierto sucio y fatal. Rato es un astronauta de aguas esquivas y procelosas. Un privilegiado que ha logrado hacer un personaje impasable y desconcertante. Alguien, que una vez más, hace que recelemos de las doctrinas económicas al uso y que tan desapercibidas pasan para el honrado ciudadano español de a pie.
¡QUÉ GENTE MÁS EXTRAÑA!

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