Esta vez fui bien decidido, inmediato, contento, rápido e intenso, a abordar una sintomática conquista personal. Acudí al punto de información de la Estación de los ferrocarriles y comencé a preguntar y a preguntar. Mi ansiedad estaba en consonancia con mi sordera y mi inexperiencia.
Me dieron folletos explicativos, pero apenas comprendí nada de lo que me decían. Estaba tomando una decisión arriesgada en mi vida nueva y actual que se consolida y siempre hace mella con sentimientos encontrados pero todos intensos.
Me planté a toda velocidad en la taquilla de los billetes del tren. Había bien poca gente y me tranquilizó este hecho. En seguida lo tendría todo solucionado para poder partir. Ilusa inexperiencia.
La cola se mantenía. No avanzaba. Cinco minutos, diez minutos, casi treinta minutos, yo nervioso, muy nervioso, temiendo que se me olvidaran las cosas que iba a preguntar, y mirando ávidamente una y otra vez a la taquillera para que me antendiera y ya. ¡Por favor! ...
Un encargado de la Estación me dijo que si yo llevaba número para la cola.
- "¿Número dice, señor?" ...
- Sí. Ha de cogerlo. Tómelo de aquella máquina, ¿la ve?" ...
- "Sí. "...
¿Ahora, número para la cola? Cuando volví a dicha cola era muchísimo más grande de lo imaginado. Veinte personas. Quizás quince delante de mí. Pero la cola seguía sin avanzar y mis nervios iban en aumento. Yo había decidido un determinado y amical destino. Pero parecía que dicho destino se tornara en mi contra a base de demoras inesperadas. De modo que decidí finalmente intentar calmarme sentándome en una de las sillas del lugar.
Mas la única verdad es que no quería estar tan sentado. Yo había ido a la Estación a estar en pie, a sentirme de pie, a expresar mi nueva realidad activa y hasta casi retadora. Y debía poco menos que abrir esa mi realidad a manotazos sobre los obstáculos inesperados a la par que cotidianos. La vida es competencia y decisión, esperar tu momento y no permitir que te chafe la adversidad las hermosas decisiones.
Tras casi una hora de espera, me recibió un taquillero. Antipático. La chica taquillera anterior, habría salido a descansar o ella sabría ...
Atropelladamente, le conté mis ilusiones y dudas al nuevo señor de la taquilla. Y el hombre me miraba como un extraterrestre educado y desconfiado, mientras pensaría de mí lo que quisiera su libertad.
- "Pero, ¿usted no sabe qué tren es y a qué hora sale, me dice?, ¿no ha preguntado acaso en el punto de atención?" ...
- "Lo hice, señor. Pero de estos trenes que me interesan más, me dicen que no tienen papeles informativos. De este tren que no me interesa, sí" ...
Casi que improvisé un tren ante el silencio del taquillero. ¡Elegido! ¡Ese mismo! Sabiendo el precio total de ida más vuelta, ya está, ¡va! ...
Me senté casi asustado finalmente en un asiento, y respiré hondo. Si coges un tren de cercanías se llama habitual, pero si tomas otro de media o larga distancia has de elegir tú y la cosa es totalmente diferente.
Con el billlete orgulloso en la mano, volví al punto de información. La guapa chica del lugar no me daba crédito casi a lo que le preguntaba.
Me contestó que era todo amplio, y que la dijera que para qué día habría de ser la información solicitada. Cada día elegido es una coyuntura distinta y puede cambiar en función de la demanda y de la circunstancia.
Cuando te decides a la larga distancia, comienza un vértigo que desconozco y que siempre es de agradecer atravesarlo para ir descubriendo la vida avanzando en el conocimiento y en la experiencia.
Ahora, ya lo sé. Nunca más me volverá a pasar. Ya soy menos inexperto en temas de trenes. Las asignaturas pendientes me pasan factura a mi edad. Pero también me dan una libertad imparable que me hace crecer.
-QUIEN ME ESPERA, YA LO SABE-
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