Acaba de fallecer. Ya era bastante mayor. Nos ha dejado uno de los mejores y más prolíficos actores de toda la historia del cine español. ¡Qué gran actor era Manuel Alexandre!... Cómicos. Vienen a este mundo, a otra cosa. A interpretar papeles, a crear, a construír personajes, a ser inevitablemente admirados, y por encima de todo a vivir o a sobrevivir. Manuel era un hombre llano. Aparentemente, el antiactor. Tenía cara de pobre y de feo. Pero eso era lo de menos, como el dilatado tiempo nos acabó indicando. Alexandre era un secundario laborioso y constante. Un actor de cuna y raza. Imprescindible en las películas del maestro Berlanga. Un segundón de lujo. Lo que pasa es que este cómico, era tan bueno en su profesión, que no había manera de que pasara desapercibido. Hacía de cine,-y nunca mejor dicho-, el papel de perdedor y de desheredado. El de, desgraciado. Y voy más allá: pocas veces he visto hacer el papel de un gilipollas tan excelsamente logrado, como se lo vi hacer a Manuel Alexandre. Genial en su comprensión del inútil, del que se ríen de él, del excluído o menor en definitiva, y cosas así. Tenía bien presente que era un cómico, y que lo ponía en lo más profundo de su ADN. ¡Extraordinario! Le gustaban las mujeres de buen ver y de buenas carnes. Manuel se hacía el bobo, pero de bobo no tenía un pelo. Poseía una vocecilla inconfundible, un poco entre sonriente y fatalistamente derrotado. Sus personajes estaban tan bien logrados, que te hacía dudar... ¿Quién sería este segundón genial? Con el tiempo, fue consagrándose. Y le dieron papeles incluso de protagonista. Y de nivel. Manuel Alexandre ya empezaba a ir consiguiendo logros y respetos. Y poco a poco, le fueron llegando los premios. Alexandre acabó siendo un clásico de nuestro cine, y un hombre con una vitalidad fuera de lo común. Sí. Cómico. Es la palabra que mejor le define. Y él, hacía gala y aceptación de tal epíteto. La vida no es fácil. Nos pone a prueba como en un marathón aparentemente adverso e interminable.Pero luego están nuestros recursos. Si no hay estética, entonces puede venir la clase y el ingenio. Ése fue uno de los grandes activos del maestro y veterano actor Manuel Alexandre que nos acaba de dejar. Tenacidad, talento, humildad, y finalmente genialidad. Yo, como espectador, aprendí mucho de él. Lo que más me enseñó fue a no hacer prejuicios. A saber y aprender, que detrás de alguien aparentemente sin brillo puede esconderse un diamante. - ¡GRACIAS, MAESTRO! -
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