Sí. Hace muchos días seguidos que no le veo. Y se me hace un tanto extraña esta nueva situación. Porque yo a mi hermano le veía todos los días de mi vida. Nunca se empancipó, yo tampoco, y ahora con mi madre ya recién desaparecida, yo hace algunos meses que decidí tomar un rumbo bien distinto. Me programé mi independencia personal, crecí y me decidí finalmente a dar el gran paso a una edad a la que ya te dan bien poca credibilidad de rehacerte. Pero lo logré.
¡Lo que no era normal es que nos viésemos todos los días y conviviéramos! ... Mi hermano ya es un juguete roto, aunque aparentemente no se le note. Yo logré,-afortunadamente-, rehacerme paulatinamente de un tiempo anterior de espanto y ausencia, y aposté decididamente por mi autogestión logrando ser sujeto activo de mí mismo.
Alrededor de nuestra madre transcurrió todo nuestro tiempo. Pero en los últimos años yo era alguien bien distinto, y crecía en busca de mí. Pero al hacer una apuesta final y personal por cuidar los últimos años de la salud más que deficiente de la madre,-la cual vivía en casa de mi hermano entre otras cosas porque allí hay ascensor y donde vivo yo, no-, ocurría que inevitablemente hacía actividad y vida gran parte del día al lado de él.
Hace muchos días que ya no le veo. Y es motivo de alegría, porque eso significa que mi vida se normaliza y que mis espacios ya no están invadidos y condicionados por nadie. Ha llegado el momento de ponerme yo en toda la primera línea de fuego de mi responsabilidad y valía.
Mi casa es dura. No hay nadie. Apenas hay calor. Todo está por proyectarse. Cocinar para un solo, no es satisfactorio sino inevitable para subsitir y no tener que bajar a los bares ni historietas de ese cariz. Yo me preparé hace tiempo para cocinar y no tengo problemas. Lo que tengo es una pensión más que modesta, y mi único temor lógico y hasta obsesivo es poder llegar a fin de mes para cobrar tal pensión y ver si me llega el dinero para la mínima seguridad de subsistencia.
Ahí ando haciendo la colada, doblando la ropa y colocándola en el interior de los armarios, fregando el piso y adecentando la casa para que la higiene necesaria nunca se resienta. Es un volver a empezar único y maravilloso, un reto mágico y valiente, y un abrir los ojos de cara a mi futuro. Algo que nunca hice ni pude hacer ...
Sí. Se me hace raro que no esté mi hermano por aquí danzando. Pero confieso que entrar en la normalidad y en la habitualidad, es la cosa más hermosa que a uno le puede acontecer porque se llama: libertad.
Mi hermano no solo pasa de mí, sino que sin decir nada había pergeñado y diseñado ventajeramente mi futuro: ser su siervo. Que él viniese de trabajar y se encontrara la comida hecha, y las gestiones de su casa y de su piso ya completadas. Se equivocaba. Afortunadamente para mí.
Me he emancipado de otro mí mismo que no era yo. Vi venir las intenciones de mi hermano, y entrené duro para que esto de ahora no me sorprendiera negativamente o lo menos posible. Y ahora disfruto de un techo y de un hogar mío y propio.
Como yo mismo. Ahora ya soy yo del todo. Ya no hay nadie más pululando en derredor. Ahora me toca dar mis primeros y firmes pasos siempre con mi bandera de identidad en mí. No sé lo que el futuro me deparará. Pero ahora ya no hay excusas ni motivos. Ahora seré yo en todo. En mis aciertos y en mis errores.
Gestionar mi nueva y todavía bisoña libertad será mi objetivo y mi sentido vital. Seré yo hasta que me muera, y mis cosas serán las mías y de nadie más. Y a lo mejor mi hermano seguirá dando por saco, pero ya habrá una prudencial distancia. Le vigilaré porque le veo muy frágil, pero mi tiempo de mi reloj ya está en mi bolsillo despejado.
-ME TOCA A MÍ-
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