viernes, 17 de diciembre de 2010

- MUY FRÍO -

He pasado una noche terrible. He pasado todo el frío del mundo. Tengo nombre y apellidos, pero eso es secundario. Sí. Frío. Hoy me ha fallado todo. Hasta el vino que utilizo para defenderme todas las santas noches. Esta mañana, la palabra frío me da miedo. Frío es cuando bajan las temperaturas y todo eso. Pero yo, he pasado más que frío entre los cartones de la calle en la que duermo. Dormir del todo, nunca debes si es que estás en la calle. Porque como bajes la guardia, te pueden pegar una tremenda paliza o prenderte fuego. Soy un sin techo. Y me las ventilo para sobrevivir, como Dios me da a entender. Además, esta noche pasada me ha fallado el cabronazo de mi compañero de penurias, el cual suele apostarse y acostarse en el suelo cerca de mí, para protegernos y hacernos mutua vigilancia ante el peligro que supone la gente cruel. Que le den. Ya se lo echaré en cara el que me haya dejado tirado. Le han convencido los policías para que fuese a dormir a un refugio, y aquí me ha dejado más a la intemperie que nunca el muy traidor. ¡Ays! A mí también han venido los agentes y los de las onegés, a decirme que era peligroso hoy el tema de los cartones y del frío en la calle. Pero, no me han convencido ni me convencerán. En los refugios solo hay gente oportunista, la cual solo va cuando les pica el alma de frío. Y a mí me da miedo toda esa gente que no conozco de nada. Seguro que hay depravados sexuales que quieren follarme en cuanto me meta en ese extraño refugio. Fijo que me dan por detrás. Y se mean, y va y vomitan, y arman gresca porque le dan a la cosa y luego no saben contenerse. En el fondo, este frío extremo es para ellos una fiesta y una situación buena para aprovecharse y disfrutar. Y hay gente muy mala que no tiene escrúpulos y sí mucha vileza. Por lo menos, en esta esquina en donde duermo todas las noches, sé lo que hay. Me conozco a los otros indigentes, aunque a veces se desmadran un poco. Pero por lo menos estoy familiarizado con esto. Sé en dónde estoy. Afortundamente, en la Casa de la Caridad prontó tendré mi café calentito y será todo más llevadero. Y además, aquí en Valencia no es como en el Norte, que allí hace un frío inhumano. Allí sí que hace frío. Allí, y mira que soy fuerte y voy aguantando, yo me moriría fijo. Seguro. Que, ¿qué edad tengo? Joven, aunque no lo parezca. Acabo de cumplir no sé si son cuarenta y dos o cuarenta y tres, que nunca me acuerdo. Cuando vaya a la Casa de la Caridad, empezaré a recordarlo al lado del café calentito. Ahora, solo sé que no puedo pensar. Me hago viejo se ve. Por eso me hablo solo. Hay que soltar lastre. Me hablo solo y en voz baja, que yo no quiero molestar a nadie. Y que nadie se entere de que no soy de aquí y de que mi familia pasa de mí. Es, su libertad. Yo tampoco me meto en la vida de los demás. Como la Navidad ésa. La Navidad no se mete conmigo, ni yo me meteré nunca con la Navidad. Y no tengo nada más que decir. -HAREMOS ESE PACTO-

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