Se dejó empujar, zarandear, llevar, enmudecer y hasta ser soñado. Melwer decidió aparentemente no decidir, ser una inercia, una cosa extrañada y anodina, insignificante y absolutamente incomprensible.
Se mofaron de Melwer, le volvieron a zarandear, le buscaron las cosquillas y le auscultaron su verdad a base de golpes bajos y dolorosos.
Y Melwer no puso oposición y no dijo nada. Apostó por impostar un ser inconcreto y hermético, vulnerable y hasta simplón, menor y a la vez objeto de la inquina de quienes le rodeaban e imponían las condiciones, ¿pobre Melwer? ...
Aparentemente, no habría debate. Melwer sería un perdedor, un entregado, un outsider sin esperanza, un desgraciado, un sin horizonte, un triste, un aburrido y un a desechar. Un lastre.
A Melwer le zurraban. Y no solo psicológicamente. La acción subió enteros y comenzaron a llegarle palos y bofetadas. La presión era muy difícil de soportar, y los descansos de Melwer eran breves dentro del sueño e inexistentes de día. Explotado y excedido, Melwer se limitaba a guardar un para sus enemigos irritante silencio. ¿Masoca Melwer?, ¿extrañísimamente autodestructivo Melwer? ...
Le faltaban los niños al respeto, y los adolescentes escupían las hormonas de su tiempo de crecer sobre su rostro abierto. Y los adultos le miraban con sorna y con toda la desconfianza. Hacían chistes sobre él y sobre su pasividad, y decidían entre todos hacérselo absolutamente difícil. Nunca jamás le procuraban el placer.
Alguna mujer miraba a Melwer. Hasta con deseo y verdad. Lo que sucede es que luego negaban amarle y despreciaban admirarle. Le decían que nunca tendrían relaciones de ningún tipo con él, y que de ilusión también se vivía. Raramente los ojos de Melwer se expresaban en atracción o pulsión de sexo. ¿Asexuado Melwer?, ¿quizá impotente?, ¿homosexual?, ¿ángel precavido en el error? ...
Se acababa todo para Melwer. Las dinámicas emocionales parecían sepultarle hacia un destino fatal, fou y desconocido. Vital y sin las más mínima demora, sin pausas y ya.
Le juzgaron, le prendieron, le atacaron y hasta que finalmente no fue castigado a permanecer toda su vida en un penal sino a terminar su vida a través de la pena de muerte. Melwer pareció aceptar todo lo adverso, entre cara preocupada y rostro propicio para asumir su sino. Mostró credibilidad ante los demás y una suerte de comediada resignación que a tod@s logró convencer y desarmar.
Tras ejecutarle, le enterraron. Y ya partieron todos a sus labores cotidianas que la vida propone. Seguían cantando los pájaros, y las ruedas de los autos ensuciaban de huellas el asfalto harinado. ¿Habría existido la indolencia conductual y hasta el recuerdo de alguien llamado Melwer?, ¿un cobarde? ...
Pero en el interior del ataúd pasó algo mistérico e incomprensible. A pesar del forense, el cuerpo de Melwer estremeció algunas nuevas reaperturas.
Los ojos del hombre comenzaron tímidamente a moverse. Primero, imperceptiblmente. Después, ya claramente. ¡¡Melwer estaba vivo!!...
¿Por qué había decidido dejarse hacer? No puede saberse. Al menos, aparentemente. Dentro del ataúd, Melwer se sentía tranquilo de los otr@s y hasta esbozaba ua sonrisa de paz y de autosatisfacción. Había burlado a tod@s y convertido su final en una aplastante victoria.
De un puñetazo rompió una noche de invierno el atáud de madera y finalmente salió al exterior. Demasiado delgado, pero mostrando gran vigor. Se aseguró Melwer de que ningún vigía del camposanto le echara el ojo, y se marchó de aquel lugar.
Durante días se alimentó de hierbajos como un superviviente, y disuadió finalmente a todos sus perseguidores que buscaban fútilmente matarle de nuevo e introducirle en la caja de la nada.
Muy tarde. Melwer ya estaba a salvo. Iniciaba una nueva vida y en nuevos territorios. Ahora ya sabía que podría tener todas las opciones de volver a ganar y de ser finalmente feliz.
¡OH, MELWER!
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