A mí no me importaba hará unos años saber quién sería Jan. Porque yo estaba encelado sobre el dominio reivindicativo en mi barriada y no lograba verle con la suficiente perspectiva.
Por entonces, para mí Jan solo era un insoportable lameculos de un vecino engreído y especulador que ha degradado con su absurda actitud mi lugar cuna. Mi barriada, mis calles, mi casa, mis olores infantes y presentes; todo un poco ...
Sí. Jan era el pelota que trabajaba con el vecino especulador y al que apoyaba en un definitivo "sí, bwana" todas sus pícaras y nada claras iniciativas.
Para mí Jan no solo era un traidor a mi barriada de ancestros, sino un solemne intruso con desfachatez, que era capaz de desafiar sin miramientos a mis actos de crecer reivindicativo y afirmativo. Jan era uno de los más llamativos malos de mi barriada para mí. Porque al fin y al cabo, el vecino caradura para el que trabajaba era de aquí. Pero, ¿de dónde diablos habría salido Jan? ...
Alguna vez le vi entrenando a niños en el río seco. Como si tuviese un equipo de fútbol menor, o una cosa así. Y yo pensaba que este entrometido aún tendría la desfachatez de emular a Mourinho o a Guardiola. ¿Este descarado estúpido? ...
Tuvimos varios roces, porque mi oposición a la especulación en mi natal barriada era frontal y sin concesiones. Y Jan me miraba severo y sin respeto, entre otras cosas porque se había dado cuenta de que yo no le tenía miedo a su jefe que mal le daba de comer. Y a él tampoco le tenía miedo ...
Nos faltábamos mutuamente los debidos respetos en esos momentos de mi crecer, pero había una diferencia: su modus era interesado y el mío meramente defensivo y reafirmador de mí y de mi entorno degradado. ¡No! En mi calle y en mi barriada no se iba a hacer así como así todo lo que le pasara a Jan por su cabeza. ¡Ni hablar! ...
Jan asistió demudado a mi crecer. Un día me enfadé y le dije no solo de todas las perrerías, sino que le hice ver con la mirada que conmigo no tendría nada que hacer porque yo no actuaba por el sucio dinero sino por otros impulsos mucho más nobles.
Sí. Jan asistió trémulo y aturdido a mi crecer y a su decadencia. Hasta que un día el vecino lo echó a la calle y nunca más se supo de Jan.
Hace poco le vi por las Torres de Quart. Jan había perdido el orgullo, y su mirada se había tornado de alcohólico perdedor. Me miraba casi temerosamente. Casi con miedo. Y su susto me sobrecogió. Jan se había convertido en un marginal tirado en la dejadez y en la menoridad. En un pobre hombre ...
El otro día volví a verle mientras yo paseaba a mi madre por la calle con la silla de ruedas, y le vi mirarme casi avergonzado mientras cargaba con tres garrafas de agua. Se puso tan tenso, que se trastabilleó y se cayó en el suelo. Se podría haber hecho realmente daño. Pero se rehizo como buenamente pudo, sonrió a quien se interesó por la circunstancia, y continuó tambaleante su camino.
Son agridulces mis sentimientos justicieros. Yo he tirado hacia arriba, y él está en un hoyo de difícil salida. Y ahora que veo a Jan muy abajo, siento que no debí ser tan severo con él.
Debí haberle perdonado más su chulería y su burla, su insensatez y sus insolencias. Porque aunque yo no lo sabía, Jan ya era un juguete vulnerable y con más fisuras que un gruyère. De veras que ahora Jan me cae bastante mejor que antes.
-FUI DEMASIADO EXIGENTE CON ÉL -
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