miércoles, 6 de junio de 2018

- RAJOY SE HACE A UN LADO -




Significativas y reveladoras palabras con las que Pablo Iglesias se sirige en twit a Rajoy. Le dice que siempre le tuvo un respeto. Y que fue más accesible que otros pesos pesados de la política. Y cuando su rival one en ideas le desea con elegancia lo mejor, esa extraña magia lleva a pensar en el extraño pero potente magnetismo que ha tenido este gallego de Santiago de Compostela, al que puso en el estrellato el dedo de Aznar además de los apuros internos de un Psoe caótico y dividido.
Sí.Rajoy tenía gracejo. Su silencio era absolutamente gallego, pasota y contenido. Galicia siempre ha tenido ese misterio multidisciplinar. Ahí nació el imperio de Fraga, amigo por cierto del mito Fidel de La Habana.
La barba de Rajoy y sus piernas largas, blancuchas y enérgicas. Desgarbado, alto, tics en los ojos, y tendencia a juguetear con su lengua en exceso. No era la mejor estética para ganar concursos políticos. Pero este hombre, tuvo muchos pros aparte de los formales hándicaps.
Tiró de seria picaresca. Nunca hizo ruído. Le apasiona el fútbol y el deporte en general. Apenas esbozó sonrisas, pero tampoco se le conocen enfados morrocotudos.
A veces se le trababan más las frases que la lengua, y se venía arriba cuando el micrófono se le acercaba. Ha sido un bon vivant, ha huído del lujo y del oropel, salvó la vida de milagro con Esperanza Aguirre al fallar un helicóptero en la plaza de toros de Las Ventas, y en seguida se compuso el rostro y dio parecer de que todo se había olvidado y de que nunca pasaría nada.
Mariano parecía llevar unos especiales tapones en los oídos. Lo escuchaba todo, hacía énfasis en lo que le convenía, y a la hora de afrontar y rechazar a las nuevas hordas desafiantes, le entraba una especie de seguridad hilarante. Y entonces lo mejor que podías hacer era no hacerle caso. Rajoy, miraba con estrategia. Hablaba lo justo y necesario. Hizo de este mutismo la bandera de una marca blanca, y transitó como un mariscal obediente por todos los ángulos y recovecos que la vida política encierra.
Rajoy se encerró como estrategia. Y se la jugó poco. Le dijo a un mafioso aquello de, "Luís, sé fuerte", pero nunca se rindió. Su núcleo duro y los suyos en llamas, y él como si no se hubiera inventado el fuego.
Decía que no le constaba nada de la corrupción a capazos en su Partido. Y apoyaba y apoyaba una y otra a una serie de tipejos, los cuales solo estaban en política para hacer todo menos higiene o consecuencia social. Conservador hasta la médula, conectó bien con las nostalgias del pasado. Fue de señorongo heterodoxo. Pero sin apenas despeinarse, y haciendo dardos de sus defectos inmediatos.
Ha sido un defensa central expedito, el cual solo hacía falta para tarjeta cuando el delantero que marcaba se le iba solo a por el gol. Y muchos de esos delanteros estaban en su propio entorno y en su propio PP.
Estuvo al lado de la asfixiante Europa de Merkel, y se le llenó la boca de decir España. Pero a pesar de las iteraciones, siempre había un punto de límite que jamás traspasaba. Su número dos, la bajita Soraya, fue otra más que durísima guerrera orgullosa y casi infranqueable. ¡Vaya dos! ...
Su período en la presidencia de España ha sido negrísimo. Corrupción y más corrupción. Sobredosis de corrupción. Pero su nombre y con un punto, solo se vio en los manuscritos y mediáticos papeles de Bárcenas.
Fue muy pillo y defendió el terruño como pocos. Nunca se metió en aparentes líos. Le tiró Venezuela a Podemos, y le aguantó a Pedro Sánchez de todas las cosas hasta el propio insulto. A Ciudadanos les llamó oportunistas, y en sus mítines de convicción venía a decir aquello tan socorrido como popular de que "cuando seas padre, comerás huevos". Usó bien el Poder y se aferró a los votos de los ancianos y conservadores. La Moción de Censura le disgustó, y su suave corte de mangas ha sido irse a casa sin ruidos y casi sin avisar.
Los pensionistas y las mujeres le dijeron y le dicen hasta cansarse de todo menos bonito. Pero Rajoy se cubre y se cubrió astuto en las cuerdas. Jodió bien a la credibilidad, y a los que no tenemos dinero o justicia social. Pero Mariano estaba ahí para defender su portería y para aprovechar sus ocasiones. Como los equipos de Mou o de Simeone.
-Y PASÓ A LA HISTORIA-

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