lunes, 11 de junio de 2018

- LE "ROI" NADAL, GANA SU 11 ROLAND GARROS. -




Un maestro. El tenis de Nadal ha evolucionado y se ha puesto fastuoso, estratégico e imparable. Su rival en la Chartrier, un espléndido y nervioso Thiem que ha de seguir esperando otros eventos y otras madureces.
Roland Garros partenece a Rafael Nadal Parera. Ese polvillo de la tierra le hace recrearse y sentirse seguro y más que relajado. Es como si hubiese nacido y dado sus primeros pasos en un sitio como este.
La final 2018 que le da al mito su título 11, fue mucho más difícil de lo que pareció y de lo que reflejó el marcador final. Fue una enorme batalla campal. Lucha libre sobre la tierra. Dos maravillosos salvajes dándole a la bola. Intensidad y guerra. Brutales ambos.
Thiem no jugó tan mal como se puede pensar, pero tuvo demasiadas dudas. Rafa le preparó bien el terreno con una maraña defensiva y de talento en el que desgasta y perfora finalmente a todos sus rivales. Y Nadal salió de entrada a acojonar y a escaparse en el marcador. Cinco sets son muy duros de ser terminados con éxito, y cuanto más pronto empieces con la faena de demolición, mejor que mejor.
Cuando Thiem,-venticuatro años, austríaco-, se dio cuenta, ya debía apretar fuerte la sesera. Los arreones de Rafa eran casi de dibujos animados y de hazañas bélicas. Nadal solo goza cuando suma juegos. Todo lo demás, se la trae al pairo.
De azul iba Nadal. Y apresó el primer set. Dejó que su rival se relajara a palazos sacadores, pero todo el mundo olía que solo con saques no se puede ganar Roland Garros.
Es un sabio el manacorí. Le dicen pasabolas y aburridote, pero eso no es verdad. Lo que es verdad es que tiene treinta y dos años y un físico de portento. Pero su sorpresa es su cabeza. Ahí no tiene muescas ni reducciones. Eso está demasiado bien para ser un veterano. Rafa no solo juega, sino que en cada movimiento hay antes una idea previa.
A Thiem le atenazó y no le dejó jugar al tenis. Para ello tiró de su calidad al servicio y de probar a su joven aspirante. Le lanzaba restos y más restos, bolas y más proposiciones con el objeto de desconcentrarle y de amargarle la tarde. ¡Pleno! ¡Acierto absoluto del rey Nadal! ...
Thiem estaba enfadado, impotente, sin concentración, sin tenis, más enfadado, más desconcertado, más sin creerse lo que estaba pasando.
A Nadal se le vio el gesto desde la primera bola. Cara relajada, templada, convencida, lúcida, confiada, y sabiendo en todo momento y exactamente lo que tenía que hacer para lograr su undécima proeza en París.
Con esa serenidad de la maestría y con el bisturí inteligente de un psicoanalista de ajedrez, Rafa Nadal optó por su tenis calculado y diseccionador decidiendo que había mucho mundo de sol y de éxito para él. Que no importaban los rivales y las contingencias. Que su único rival era él.
Ni siquiera tiró de ostentosa raza. Más que calmo, sin discutirse ni un solo error, en hercúlea concentración, y hasta recordando a aquel sueco de hielo que fue Björn Borg y que cambió el tenis innovándolo hasta nuestros días.
Rafa fue una muralla pétrea infranqueable. Un maravilloso magisterio de un musculado y atento atleta. Director del tenis ganador. Quien juega con gusto de vencedor y de templanza. Un Nadal maduro y menos de chispa o de oropel. Sensacional, pero sin colorines excesivos. A lo suyo. A hacer realidad el sueño de quienes le admiramos. A dar por saco a los que le dieron por finiquitado, y a hacer que el tenis sea agradable y mayor, y titán y el jefe. Solo Federer en la hierba le rivaliza. Todo lo demás del tenis se llama Rafa Nadal.
¡Insaciable! Una máquina de triturar rivales con naturalidad y absoluta seguridad. Nunca se le pasó por la cabeza que podía perder, o que su rival apunte muy alto en la arcilla a sus veinticuatro años. ¡Nada! ¡Solo Nadal! ¡Todo Nadal! El Roland Garros es el "Nadal" Garros. Es su Olimpo y su reino once veces exhibido. París es su hábitat tiránico y admirable. ¡Que pase el siguiente! ...
¡ENHORABUENA, MONSIEUR!

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