No será un partido mundial más. No será la SuperBowl española. Será historia que así referirán las crónicas en años venideros. Será un Madrid-Barcelona tristón y extraño. Tremendamente extraño. Porque faltará esencialmente concentración deportiva.
Estarán Messi y Cristiano como sedantes, y dos de las mayores escuadras futbolísticas del Globo, pero estas fechas no son de ánimos disparados y positivos, y la fuerza del Clásico se verá enlutada en cosa menor como casi un evento más cuando nunca lo es.
Es la canallada de los bárbaros que es social y se mete en todas las cocinas y en todas las galerías. Será morbo, y los locutores y periodistas deportivos impostarán voces y sonrisas de circunstancias. Los noventa minutos del Bernabéu pararán algo el desánimo general pero no serán decisivos ni suficientes. Solo abrirán pequeñas vías de fútbol.
Estará bien que haya gesta de los de Iniesta o que los del cuestionado Rafa Benítez se lleven finalmente el gato al agua. Pero habrá demasiado disfraz y latirán las preocupaciones de fondo. Ahora estamos de luto y muy recientemente e interior. El fútbol queda marioneta hasta que las cosas se suavicen y el opio del balón redondo logre invadir con músculo las tertulias y los bares de birras y de amigos.
El árbitro dará el pitido inicial tras el minuto humanista de rigor, pero el color blanco de las camisetas madridistas o el azulgrana de las catalanas tendrá que lucir menos. Ahora mola menos el fútbol. E incluso los separatismos pretendidos catalanes no serán del todo el escape previsto que ahuyente fantasmas y malestares. Se escuchará el grito: ¡Asesinos! ...
Escoltados por una muchedumbre de Seguridad perforando cual soldados el ocio estatal, los aplausos sonarán a rutina y a voluntarismo, y los goles a alimento que tendrá menos sabor.
Las jugadas podrán ser fastuosas y la habilidad futbolística, de lujo. Pero la concentración del espectador será menor, y la distracción, predominante. El ojo estará en el partido, y el pensamiento en lugares más importantes. La alegría de la rivalidad deportiva y ya casi atávica, será hilarante ante una realidad que devora y pone peros y pegas.
Las cosas del peligro y de los temores, la psicosis, producirá una visión pesimista y poco creativa del momento grato y de evasión.
La evasión. Esa excusa que proporciona el magno acontecimiento deportivo futbolístico de España, se verá turbado por las mentes que siempre temen el desgarro o el sobresalto. Y con poca paz mental y mucho desborde en el corazón, todo será atenuado y a la vez coherente con la realidad.
El contexto, el momento, la situación terrible que se atraviesa, la desazón, el abatimiento y las desconfianzas generales, llevarán a momentos puntuales y a brevedad en las celebraciones y en las euforias.
Porque por ahora huele a tristeza y a depresión, a desarme social, y a amenaza, y a mosca tras la oreja, y va y entonces el olor a fútbol es muy inodoro e insípido, y aparecen las ganas de saber el resultado comedido del partido, e irse a casa y descansar a ver.
-PREOCUPADOS-
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