domingo, 8 de noviembre de 2015

- J. LORENZO, BRILLANTE CAMPEÓN ENTRE LAS DUDAS -



Cheste. Valencia. Noviembre 2015. Carrera y rara. Llena de morbo. El mito Valentino Rossi debía salir en la última posición por actitud antideportiva. El Mundial de GP 2 , en juego. O al menos, ese era el apriorismo.
No fue una carrera más, sino significativa. Agridulce y hasta oportunista, a pesar de la enorme calidad y merecimientos de Jorge Lorenzo. Pero hubo mucha sonrisa cortés y poca carne de apasionamiento. La carrera del siglo fue casi un fiasco, porque los adelantamientos del penado Valentino le daban alas y segundos a los pilotos de delante. No es bueno para el motociclismo. Todos los grandes han de estar juntos y ahí.
Márquez la había liado en la carrera anterior. Había sacado de quicio al gran Rossi, y este le había cerrado y contactado demasiado. Marc se fue al suelo y entonces emergió toda la polémica y se elevó la rivalidad y la tensión hasta extremos de expectación mundial. Como en una final de Champions, o como en una gran lid de boxeo.
El forofismo dejó tocado al fair play y a la sensatez. Todo se masificó, y aparecieron los extremismos. Márquez no se arrepintió de su hostigamiento excesivo a Rossi, y el as italiano tampoco del todo de su presunta irregularidad. Se odiaron y enfriaron. Y esa pasión nunca puede llamarse deporte sino mutuo resquemor.
Me da igual que Cheste masificara la expectación y el monumentalismo emocional. Me es indiferente que hasta los periodistas del dios fútbol hablasen de motos, o que las audiencias se multiplicasen por mil en busca de la presunta bronca o de la audacia heróica prácticamente irrealizable. Esto nunca es bueno para nadie.
Hay que hablar de cosas y de intereses. Todo deporte es pasión y parece valer todo. Mas todo no cabe. El espíritu deportivo siempre contiene una sonrisa.
La carrera de Cheste empezó tras la patada presunta de Valentino a un Márquez excesivo e inmaduro en la carrera anterior.
Rossi es el rey de ésto, y tiene que dolerle que un chiquillo juegue sin respeto con su audacia genialoide. Márquez debe aprender a no ser papista ni pelota, a caerse menos, y a saber aceptar cuando no puedes en un momento determinado ganar todas las carreras. El catalán deberá madurar o se le cogerá antipatía.
El mito Valentino tiene treinta y séis años, y acariciaba uno de sus últimos títulos. Le dolió no llevarse el gato al agua en este postrero 2015 para él.
El mundo de las motos siempre ha de adorarle. No es un deportista más. Se ha ganado cronológica e históricamente con creces la admiración de todo el mundo motociclístico, incluídos españoles. Los mitos no conocen fronteras. Pero también es humano, y debió contener su lógico enfado.
Jorge Lorenzo es un luchador nato. Tenaz, poco expresivo, e interiorizador de las emociones. No tiene el carisma del italiano o el catalán; ni siquiera del excelente Pedrosa. Ha ganado sin apelativos pero entre un bosque de caras raras y diversas. Unos dirán que no ha sido justo campeón, pero yo diré que sí. No tendrá nunca ni de lejos la magia del mito italiano, pero eso nunca debe importar. Ha hecho exactamente lo que tenía que hacer para ser el brillante campeón: correr sin fastidiar a nadie.
Pero el tiempo emocional es variable y distante. Las carreras a veces se prolongan fuera del circuito casi inevitables. Y eso está de más.
¡ENHORABUENA, J. LORENZO!

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