domingo, 4 de octubre de 2015

- POR FIN, ANDREA. -



Me hechizó y sorprendió toda tu vitalidad. Porque ya no eras precisamente una niña, pero no se notaba, Andrea. Eras y eres torbellino y exceso, descaro y audacia, sorpresa y también menoridad.
Yo llegué a creer en tí y en tus cosas. Creía en tu entusiasmo y en tu capacidad de reír más que nadie y demostrar el empaque de tu mundo vivido.
Sí, Andrea. La verdad es que al principio engañas mucho, y bamboleas de un lado a otro femenina y pícaramente tu melena de profundo color oscuro. Y sacas los tirantes y los tatoos cuando haga falta y en toda estación del año, y sabes sacarle ventaja a tu antigua belleza y gracia de mujer.
Entonces, ¿por qué no lograba conectar contigo?, ¿por qué me entraban unas tremendas dudas cada vez que concluía tu fiesta y tus ruídos musicales y bullangueros del tiempo repetido de tu ocio?, ¿por qué si eras tan mágica sentía la falsedad en medio de las ilusiones? ...
Pronto, no hallé la respuesta. Tú representabas el mundo distinto que yo nunca anhelaba pero que me servía para distraerme y para que pasasen más rápidas las agujas del reloj.
Me costó conocerte, Andrea. Fui miope, sorderas y hasta pelín masoca. Porque estaba claro que me mentías con tu rechazo. Pero, no a mí. Tú rechazabas mucho más que a las cosas puntuales y fugaces, festeras o de diferencia.
Empezamos a alejarnos en afecto no por el hecho de que nuestros gustos fueran diametralmente opuestos o porque a uno le gustase el verde y a la otra el azul. No, Andrea. No era éso ...
Era algo mucho más potente, veterana y juvenil Andrea. No era que no hubiese comunicación suficiente y todas esas concesiones necesarias. ¡Nada de eso! Lo que fui descubriendo con el paso del tiempo es que te repateaba que te llevasen la contraria, que tú eres una vanidosa impenitente que quería ser el centro de todas las atenciones y también el real bastón de mando, Andrea.
Sorda, vulgar, ventajista, profundamente egoísta, maniática, sin capacidad para ponerte en el lugar del otro, y amante de los pelotas y de los corifeos de victimistas y arribistas como tú.
Por eso no puedo quererte, Andrea. Porque te domina la soberbia, y porque descalificas y sambeniteas a los que te plantan cara con su libertad y te dicen las cosas que no te gusta oír, a la cara.
¿Quienes somos los demás para retar a la reina del mambo?, ¿cómo puede ser posible que unos seres menores te puedan poner las peras al cuarto?, ¿no es eso osadía  inaceptable? ...
Por eso te digo que ciao, Andrea. Que, te aguante quien lo desee pero nunca, yo. Me has decepcionado como persona. No eres de fiar, aparte de soez, vulgar, machista sin saberlo, zafia y autoembustera. Me voy porque me hacías sentirme irreal y desconcertado.
Eres una perdonavidas; alguien que no avanza, que busca amigas pelotilleras que no lo son. Porque si lo fuesen, Andrea, entonces te aconsejarían que dejases de una maldita vez tu tiempo de diva ridi y que descendieras de tu olimpo absurdo.
Solo eres alguien como los demás, y no lo sabes, Andrea. Por eso me gustaría que un día lograses tomar contacto con la tierra real.
-Y ESE DÍA VOLVERÉ -

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