miércoles, 7 de octubre de 2015

- EL GAZPACHO -



Alto, ancho de espaldas y cuerpo de soldado. Gafas de cristal grueso y una realidad marcada por el mal fario. Raro y brutote al hablar.
- "¡Yo os haré gazpacho manchego!" ...
Su nombre es Jorge y nació por entre los mágicos pueblicos que acaban llevando a Cuenca, ciudad tesoro de encanto y de parajes más que destacados.
Nos engañó, porque le obviamos a gente como a él. Nos pasan desapercibidos porque tenemos demasiada prisa en la sensibilidad y en la fijeza.
- "!Ah, vale, pues perfecto, Jorge! Este domingo comeremos gazpacho hecho por ti", le contestamos...
No solemos querer a gente como Jorge. No queremos más problemas que los que surgen desde ese individualismo asocial y de supervivencia que es nuestra vida cotidiana.
Jorge estaba serio, extraño, como distraído, nerviosote, impaciente ...
Una amiga centroamericana me abrió los ojos y me dijo que le daba la sensación de que este muchachote no estaba al cien por cien bien de ahí arriba.
Comuniqué las impresiones con celeridad a los comensales. Tuvimos mucha paciencia caritativa con él. Le pusimos complicidad para salir del paso. Jorge estaba tan bloqueado que no acertaba siquiera a hacer el fuego, ni a cortar los cachitos de la carne, ni a dejar de ponerle exceso incorrecto a un producto delicado. Hasta amenazó en rabieta, asegurando que o nos callábamos, o se iba a su casa. La comida fue una anécdota mal cocinada e infantil, y todos menos yo pusimos excusas para no probar bocado. Había demasiado riesgo contagioso.
Acabado el acto, hablé con él. En efecto, hay una deficiencia en Jorge. Pero en su característica hay igualmente verborrea y lucidez. Y entonces se le abrió la confianza y me contó que había querido ser militar y que no había podido ser. Y luego, policía y tampoco. Y eso era su pasión. Acabó de agente de seguridad veinte años, custodiando superficies comerciales. Pero a él le gustaba la milicia y los coches de la policía con sus sirenas. Mas no pudo ser.
Un pariente le enchufó y pudo ser seguridad comercial. Sin armas de fuego. Y en su plena actividad  bastante insatisfecha para él, alguien le puso una pistola en la cabeza y un fusil en la espalda. Había ola de atracos en los polígonos industriales. Se le sumaron dos atracos más en setenta y dos horas. Jorge, se derrumbó del todo.
Le dieron año y medio para curarse, y después le despidieron tirándole definitivamente a la incapacidad permanente y a ser pensionista de por vida.
- "¿A que os ha gustado mi gazpacho? " ...
- "Sí, Jorge", todos al unísono ...
Cuando se levanta por las mañanas no tiene nada claro el qué hacer y cómo distribuír todo el tiempazo libre que tiene. Igual se vuelve a dormir, que hace senderismo por inercia, o que come entre horas. No quise preguntarle por su familia o por sus amigos. Me supo mal. Entre toda la sociedad y yo el primero, le hemos convertido en un olvidado con piernas.
-TE QUIERO, JORGE-

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