domingo, 5 de junio de 2022

- LA SINGULARIDAD DE "ROGÍ". -



Bajito y fuerte. Experimentado y sufridor. Habla mi lengua natal que es el valenciano, de forma natural y huyendo de academicismos. Es cordial y generoso.

En su vida ha sufrido mucho. Tanto, que no aparenta que no llega a los sesenta años. Rogí es un jardinero vocacional y con las ideas bien claritas. Hay que conocerle para entenderle mejor. No es lo que puede parecer si no lo tratas dilatadamente.

El jardinero ama profundamente la vida. Porque tiene ese espíritu. Vital y realista. Y muy desafortunado. Rogí siempre fue nervioso, le pudo el tiempos juveniles y precoces el pronto, y sufrió varios graves accidentes de circulación. De moto y de coche. Y fue en esos momentos tan duros y determinantes de su vida, cuando se dijo a sí mismo que no se iba a rendir.

Porque Rogí vio cómo volvían a crecer las jacarandas, los olivos, y todas las especies botánicas del mundo. Fue un día abrupto de tormenta, rayos, truenos y todo el agua del mundo. Pero el jardinero apreciaba cómo la sequedad botánica se tomaba descansos, y entonces todo brotaba nuevamente. Como la vida. ¡A la mierda sus secuelas! ...

Cojea mucho desde su juventud, y eso aleja a las mujeres. Ha sufrido muchos desengaños amorosos, y afirma que algunas mujeres se aprovecharon de su vulnerabilidad aparente y de su generosidad. Está negativo en este tema.

Pero Rogí nunca pierde el humor. Y la vida le ha servido para aprender mucho. Conoce bien el alma humana. Es campechano y un tanto brusco. No gusta de vestir sofisticado sino cómodo y funcional. Porque su mundo es tierra, y mejorarse, y mancharse. Sudar. Pero tiene bien claro que él se duchará todos los días.

Yo, pregunté a Rogí en un brochazo, que cómo ve el futuro de la foresta y de lo botánico. Y de repente, Rogí me suelta dos o tres ráfagas definitivas acerca del capitalismo, y entonces ya no decido insistirle por ahí. Sé que él piensa que no dejamos de cargarnos el planeta.

También Rogí pasa a hablarme de otros temas. Y de uno, por encima de todos. De la jardinería, su enorme pasión. Se nota su alegría cuando describe con rotundidad y suavidad a un tiempo la belleza del Parque valenciano de la Rambleta.

Y muestra su ego contándome que él contribuyó a la belleza de ese coqueto paraje y con sus propias manos, cuando la empresa de jardinería en la que trabajaba le destinó a aquel lugar. Y en cuanto podía, se salía del guión y cortaba la broza y las malas hierbas que hacen que la contemplación de la belleza en profundidad se difumine.

A Rogí le gusta la belleza. Pero sobre todo, el fondo de las personas. Y no espera grandes milagros. Simplemente, vive, sonríe, se repliega en su pensar, y trata de no ser demasiado protagonista de las cosas. Sabe que en la humildad hay tesoros que se pueden reconocer.

Al bueno de Rogí le noto mucha falta de cariño. Pero nunca se va a lamentar por ello. Apuesta por la absoluta practicidad, y sigue experimentando. Y me confiesa que a veces la tarde se pone demasiado larga, y entonces el jardinero toma su coche y hace la vida por su cuenta. No parece conocer demasiado el miedo, pero siempre la precaución. 

Trata de ubicarse bien, porque conoce el medio. Sobre todo, el medio ambiente y la psicología de las personas. Y para ello, Rogí trata de simplificar la complejidad. Y cuando nota buen rollo en los demás, entonces lo agradece mucho porque en el fondo le extraña, por carente y minoritario.

Rogí propone a su grupo de amigas y amigos, que nos comamos a sorbos lo que nos queda por vivir. Es capaz de pasar una noche durmiendo en una cama en el interior de su vehículo, y disfrutar igualmente como lo hace un niño al ver en el agua de su Rambleta nadar a las aves de agua y a las tortugas.

A Rogí le cuesta exteriorizar. Sigue temiendo que le engañen. Y decide no profundizar en sus sentimientos, no creer demasiado en nadie, actuar con desenfado y utilizar zapatillas para el suelo con tierra. Sabe que está gozando como un regalo el tiempo que le queda por vivir.

-Y TEORIZA SOBRE LA PLANIFICACIÓN DE SU TIEMPO FINAL-
 

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