domingo, 19 de junio de 2022

- EL VERANO Y MIS PLANTAS. -



Lucha. En estos días en donde el verano viola sin remordimientos a la todavía vigente primavera, me detengo con apasionamiento en el efecto brutal e histórico de un calor africano, y nos advierte enfadado que lo de estos días será una menoridad para lo que puede estar por venir.

En mi balcón hay una gran batalla. La vida que simbolizan y reflejan las plantas, se ve fuertemente condicionada por el cambio climático y sus efectos sobre dichas plantas.

Hace días que he bajado la antigua persiana que protege de gran parte del sol directo que arrea sin piedad sobre mis macetas. Yo, observo expectante.

Me he dado cuenta de que el motor del aire acondicionado que genera un calorazo en la parte de mi galería, pudre la tierra de algunas plantas que están en fase de crecimiento, e incluso en otras que ya crecieron con esplendor.

Y la tierra se pudre y se pone de oscuro color. El impacto entre el calor y el agua del riego, es verdaderamente peligrosa. Y en el mundo del calor sofocante, y del motor del aire acondicionado más el sol del balcón, me detengo, pienso y decido.

Hay un gran Damocles entre la vida y la muerte. Pudrirse la tierra tiene muy difícil solución. No es suficiente con hurgar para airear y remover. Hay que hacer mucho más además de rezar. Y trato de secar esa tierra podrida, aprovechando el tremendo calor que genera la emergencia climática, y decido priorizar.

Al balcón irán las plantas que mejor resisten el impacto del brutal y veraniego impacto climatológico exterior. Todo incluso puede ser más previsible afuera en el balcón, que aparentemente protegidas del sol pero soportando los potentes efectos demoledores generados por la mecánica presencia y efecto del motor del aparato del aire acondicionado.

Y entonces, decido introducir cambios. Una de las flores del paraíso, comenzaba a quemarse de calor y por la pudrición de la tierra. No sé qué pasará, pero de momento la he ubicado debajo de la persiana que defiende en el exterior a las plantas. Es como si el motor del aire acondicionado, fuese aún más mortífero que el calor del exterior en el balcón. Y en muchas variedades, lo es.

Insisto. La lucha de las plantas por no secarse y morir, es potente. Mas yo las vigilo y protejo todos los días del año, y no digamos con el advenimiento de la temperatura extrema.

Completo con las bellas cintas los extremos del balcón, y blindo la defensa con la posición renovada de los geranios y de las flores de un día. Las primeras sorpresas son potentes. Las plantas están desconcertadas, y yo espero los resultados y las modificaciones cuando cese este infierno climático.

Porque, en el fondo, la lucha por la supervivencia es apasionante. Tremendamente rica y aprendedora. Yo, desde mi jardinería amateur las observo y valoro. Vigilo la evolución de mis plantas. Algunas siguen siendo espléndidas y llenas de flor como los geranios franceses, o como el debut este año de las zinias con sus flores de pompones, y una resistencia tal que te hace pensar que proceden de un origen bien duro y difícil.  Las zinias tienen unas hojas imposibles de acariciar, porque parecen papel quebradizo de fumar. Y en esto, muestran personalidad propia.

Me agrada doblemente el éxito de las espectaculares zinias, dado que este año estarán por vez primera en mi balcón y triunfantes y espléndidas, y habiendo crecido desde semillas. No eran apenas nada, y ahora se pavonean como reinas de mi balcón con sus condicionadas hojas que parecen de frágil papel.

Asimismo, me hace por vez primera su aparición una formidable begonia rex, que substituye a unas begonias clásicas que se me ajaron. La begonia es una planta muy delicada y engañosa. Cuando la crees constituida y que ya puedes jugar con ella a la despreocupación y a la multiplicación en esquejes, entonces la begonia clásica censura tu desinterés y decide morir. Por eso cuidaré con extremo afán de su prima la rex, la cual necesitará poco sol directo, y bastante luz a la par que sombra.

Inexorable el cuidado necesario de las plantas, como seres vivos que son, y que para mí representan el legado del ciclo de la continuidad, del mimo, de la observación aficionada y de la mesura. También del cariño.

El mundo botánico me proporciona placer y hasta responsabilidad. Pero, me gusta. Y prefiero observar ahora la gran batalla de la subsistencia, al momento del invierno en donde parece reinar la quietud y el consenso.

Este tiempo traicionero y fatal de entretiempo entre la primavera que muere y el verano brutal que tiraniza, puede ser un excelente reto para perfeccionar mi técnica botánica y adaptarla a las zonas de mi hogar. Otro año no me ocurrirá tanta bisoñez. Es mi reto de ese verbo mágico, que recibe el nombre de aprender.

-DE APRENDER LA VIDA Y EN LA VIDA-

 

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